Desayuna todo lo rápido que
puede, coge sus cosas para las clases de hoy y sale por la puerta sin dar
tiempo a despedidas. La pareja se queda mirando a Shander, quien se ha quedado
tan sorprendidos como ellos. Hace ya un tiempo que suelen ir a clase juntos,
así que el muchacho se bebe su desayuno de una y sale a la calle mientras
muerde un trozo de bizcocho. Lyenna ha caminado tan rápido que apenas la puede
ver ya entre la multitud. Corre con el bolso lleno de pergaminos y llega hasta
la chica intentando no atragantarse con lo que le queda de bollo.
—Lyenna —la chica no contesta y
sigue con su paso firme, esquivando a las personas para no chocarse—. ¡Lyenna!
La muchacha gira la cabeza, como
si no se hubiera percatado antes de su presencia. Shander no consigue hablar
hasta que se han alejado del centro y la gente no lo echa para atrás y se mete
entre ellos dos, impidiendo que hablen.
—Lyenna.
—Entre todos me vais a gastar el
nombre.
—Bueno, si no me ignoraras no
tendría que llamarte.
—¿Qué quieres?
—Saber qué demonios te pasa.
—No me pasa nada.
Shander se queda mirándola, pero
ella no hace lo mismo. No le quiere mirar, porque miente muy mal, y si le mira
sabrá que está mintiendo. Pero eso él ya lo sabe. Aunque Lyenna no lo quiera,
es más fácil de leer que un pergamino abierto de par en par. Suspira, no piensa
decirle nada a menos que siga insistiendo (y así solo se puede ganar un
insulto). La coge de un brazo con cuidado para no hacerle daño y la detiene a
mitad de su camino. Se da cuenta que están apenas a unos metros de la escuela.
—Hasta que no me digas por qué
estás así no nos movemos de aquí.
—¿Quieres llegar tarde a clase?
—Siempre llegamos tarde.
Mierda.
—¿Es por lo de la otra noche? Le
podrías haber dicho a tu padre que te encontrabas mal y…
—Estoy bien.
Shander le mira serio. No quiere
jugar.
—No tienes por qué mentirme.
—Shander, estoy bien —la chica
incide en cada palabra—. De verdad.
El chico no está convencido del
todo, pero Lyenna sí que lo parece. Si le está mintiendo, es incapaz de
saberlo. Lyenna quiere darle las gracias, pero simplemente es incapaz de
encontrar las palabras. Y mira que es fácil. Lo siento. Es incapaz de vocalizarlas mientras el muchacho le sigue
mirando. Se mueve y sigue su camino hacia la escuela.
—Necesito que me hagas un favor —dice
de repente la chica cuando empiezan a subir las escaleras, antes de separarse.
—Claro.
Shander sigue a la chica sin
saber muy bien por qué. Pero lo hace. Está seria, tranquila. Lyenna es una
chica fuerte, no entiende por qué lo pone en duda. Se detiene en medio de un
pasillo, repleto de alumnos que gritan y van corriendo de un lado a otro antes
de que empiecen las clases. Shander se da cuenta que hay unas cuantas personas
mirándolos y murmurando cosas. El muchacho tiene una leve idea de por qué. Lyenna
le entrega su bolsa y le pide que espere ahí. En ese momento puede ver a lo
lejos el objetivo de la chica. Joder.
—¡Lyenna!
La chica camina más rápido y se
detiene detrás de un grupo de muchachos.
El corro masculino se abre cuando la ven a su lado, como esperando algo.
Del grupillo sale el líder. Un muchacho engreído y con los humos muy altos.
Humos que Lyenna tiene intención de apagar en ese mismo momento.
—Vaya. Mira a quien tenemos aquí.
¿Al final de quedaste con ganas de más?
Los amigos de Shyron le ríen las
gracias. Ni siquiera ha tenido gracia. Pero Lyenna sonrie de repente, de manera
irónica. Le mira unos segundos, sin decir nada. El chico se cruza de brazos
delante de ella y se acerca más. Le saca casi dos cabezas. Justo cuando Shander
llega, el puño helado de Lyenna sale volando y choca contra la cara del
muchacho, tirándolo al suelo con un rastro de sangre saliendo por su nariz. Los
amigos de Shyron se echan hacia atrás, sin saber qué está pasando. Lyenna pone
un pise sobre la entrepierna del chico y hace presión. Se inclina y lo toma por
el cuello de la camisa mientras la sangre sigue brotando.
—Como vuelvas a tocarme juro por
todos los dioses que te congelaré tus preciadas partes y las reventaré de una
patada.
Lyenna suelta al chico y hace que
caiga contra el suelo de nuevo. Los amigos de Shyron le ayudan a levantarse
mientras se tapa la nariz con las manos, manchándose. El chico le lanza una
mirada de odio y Lyenna pisa con fuerza hacia delante, asustándolo. Se queda
mirando a su víctima hasta que desaparece del pasillo. Cuando se da la vuelta
todo el mundo la mira y se aparta cuando pasa. Shander se ha quedado de piedra.
Se acerca al muchacho y toma su bolsa.
—Ahora estoy mucho mejor.
Este relato sería
una continuación de éste.
Tienes un premio en mi blog
ResponderEliminarun beso
Menuda manera de sentirse mejor, uff menuda intensidad!
ResponderEliminarBesos grises