18.10.16

DIA 6

Escribe la muerte de un personaje que no se haya producido. 




Algunos momentos pasan tan deprisa que se nos escapan entre los dedos y se desvanecen en un parpadeo. Otros duran la eternidad que no queremos vivir. A veces deseamos que las cosas pasen más deprisa, o más lento. 

O simplemente, que no pasen. 

En ese instante, la nieve parece caer a cámara lenta desde el cielo, el frío se detiene por un segundo y el jaleo de la batalla se disipa de sus oídos. Su cuerpo es incapaz de moverse porque su cerebro es incapaz de procesar lo que está visualizando ante él. Está helado, pero no de frío. 

Todavía sostiene la espada, aunque apenas le quedan fuerzas para mantenerse en pie. Al contrario de lo que se pudiera esperar, no está manchada de sangre, sino de frío, de hielo y de dolor. Aunque lo ignora totalmente, el bullicio que le rodea está empezando a cesar. Pero ahora mismo, eso le da igual. Por un momento, olvida el lugar donde está, olvida qué está haciendo y olvida quién es. 

Es un momento dulce y amargo. Es uno de esos, que no te importaría alargar. 

Pero lo que tarda en parpadear y volver a la realidad es lo que dura, solo eso. De repente vuelve a sentir frío, nota la ropa calada por culpa de la nieve y su cuerpo a punto del colapso. La temperatura es tan baja que le duele respirar, aunque quizás también tenga que ver todos los golpes que ha recibido. Respira por la boca con intensidad, intentando recuperar el aliento que está perdiendo en ese mismo instante, sin poder evitarlo. El vaho se escapa de su cuerpo y duele como si fuera su propia alma la que se le estuviera escapando delante de sus narices. Su mano agarrotada alrededor de la espada parece que quiera permanecer así para los restos. Como él. No quiere moverse, no quiere que pase nada más. Solo desea que todo se detenga y no pase lo que está por llegar. 

Cuando hermana y hermano bastardo se miran, no se sabe muy bien cuál de los dos se va a desplomar primero. Los dos están sintiendo dolor, pero solo uno de ellos es mortal. 

Jon Snow mira como su hermana cae de rodillas al suelo y siente que por segundo es el instante más largo y doloroso de su vida. Desearía que hubiera sido una alucinación de todo el dolor acumulado, pero no es así. Nunca es así. 

Arya Stark choca contra el suelo, con Aguja todavía agarrada entre sus dedos con fuerza, para seguir luchando. Para seguir defendiendo su hogar. Su mundo. Ve a su hermano correr hacia ella, aunque parece un espectro borroso, sus ojos no consiguen enfocarle bien. Está tan cansada, y tiene tanto frío. Y le duele tanto todo el cuerpo. Si tan solo pudiera cerrar los ojos un instante. Los párpados le pesan y siente que va a ser incapaz de controlarlos. Su cabeza se deja caer de golpe y se da cuenta que algo le corta la vista hasta el suelo. Le duele, le duele mucho. Lleva la mano hasta su estómago y siente que está levantando un saco de ladrillos. Nota que hay algo en un lugar incorrecto. Esa espada no debería estar ahí. No en ella. Cuando es consciente de lo que está ocurriendo, la vista se le nubla y cae desplomada contra el suelo helado.

Tirada en el suelo, todavía es capaz de ver como la nieve sigue cayendo del cielo. El hecho de haber combatido en una guerra no ha hecho que el mundo se detenga. Nota la nieve penetrando en su ropa y llegando a su cuerpo, empapándola y helándola hasta los huesos. A pesar de todo, se da cuenta que algo dentro de ella está calmado y no tiene frío. Su espíritu tiene calor. El calor de una Stark que ha luchado por su hogar. Quizás sea esa la paz que tanto tiempo ha estado buscando. Jamás pensó que pudiera sentirse así. Nadie le dijo que morirse fuera tan agradable. 

—Arya —alguien la llama, pero no tiene claro si ese alguien está vivo. Quizás sea su imaginación.

Nota elevarse en el aire y perder contacto con la nieve, de la que ya se había hecho amiga. Ahora nota calor, pero es humano. La están agarrando. Alguien la está abrazando, y ese alguien está temblando más que ella. 

De repente, se da cuenta que es Jon quien está con ella. Jon hace que vuelva en sí y se olvide de esa paz interior, que recuerde lo que es el dolor. Las lágrimas empiezan a escurrirse por su rostro sin control alguno cuando ve a su hermano. Como puede, aferra sus manos a las ropas del hombre y el miedo la invade por completo. Jon la incorpora un poco y cuando lo hace, la sangre empieza a gotear de su boca. Tose con brusquedad y nota que el dolor la quiere ahogar. El cuerpo empieza a temblarle y todavía es capaz de notar los brazos de su hermano aferrándola con fuerza. 

—No pasa nada —dice Jon, con el rostro manchado de sangre, barro y lágrimas.

Limpia la cara de su hermana pequeña como puede  y la acomoda en su regazo. Le duele tanto el pecho que siente que le vaya a explotar. Intenta controlar las lágrimas con todas sus fuerzas, pero ya no le quedan. Los hermanos se observan en silencio unos segundos, aceptando lo que está ocurriendo, aunque no lo hacen de la misma manera. Jon observa la herida un instante y ruega a todos los dioses que la espada desaparezca. Que desaparezca ella y todo el dolor que está causando. Reza como nunca antes lo había hecho. Su alma suplica mientras su corazón grita, pero nadie le escucha. Nadie va a salvar a su hermana, porque él no ha podido hacerlo.

—Lo siento —dice en sollozos, cuando consigue esquivar el nudo de su garganta—. Lo siento.

Empieza a llorar como un hombre lloraría por su familia. Choca sus frentes y notas las manos débiles de Arya todavía agarrándose a él. Se separan y los ojos se le nublan todavía más en lágrimas al ver a su hermana sonreír ligeramente. La niña tose un par de veces, goteando sangre, y Jon se da cuenta que quiere decirle algo. 

—Ahora puedo estar con los demás. 

El shock hace que le cueste entender esas palabras apenas unos segundos, pero cuando lo hace asiente con una sonrisa llena de lágrimas mientras le acaricia. Su hermana deja que las lágrimas le cuelguen, no tiene necesidad de ocultar nada, y menos con Jon. Sí, Arya Stark tiene miedo a morir. Pero qué más da. Eso desaparecerá en apenas unos instantes y se desvanecerá. 

Jon nota como las manos de su hermana empiezan a perder fuerza y su rostro parece estar entrando en una fase de cansancio y sueño. Sus manos se sueltan definitivamente de su hermano y caen contra la nieve sucia. Jon la abraza con fuerza y llora todo lo que se merece Arya Stark y más. Un abrazo eterno de dos hermanos que jamás deberían haber abandonado su hogar.  
 
Y de nuevo, Invernalia ha perdido otro hijo.

17.10.16

DIA 5



 Escribe un relato inspirado en una canción



Cuando golpea el rostro del tipo nota como la nariz se rompe bajo sus nudillos y un chute de adrenalina le llena de pies a cabeza. La sangre le salpica y parece agua bendita. El tío cae al suelo quejándose y llorando como un crío de cinco años que se ha arañado las rodillas al caerse de la bicicleta. Patético. ¿Y estos eran los chulos que estaban atormentando al pueblo? 

El segundo hombre corre hacia ella con una navaja tan grande que podría hacerse pasar por un cuchillo jamonero. Alguien tiene complejo de tamaño. Estira la pierna y le planta el pie sobre el pecho, empujándole con fuerza contra el muro y escuchando como sus huesos se resienten y como ese capullo se convierte en Nenaza nº2. Nenaza nº 1 sigue tirado en el suelo, gritando por su nariz y por su orgullo varonil, incapaz de ayudar a sus compañeros a “darle” una paliza. 

Nenaza nº2 se recupera de su golpe y vuelve a correr hacia ella, gritando como un animal que ha perdido el control. Como si convertirse en un orangután le fuera a ayudar. Desde el día que decidió que los eliminaría de su ciudad, estaban perdidos. No puede creer que la policía haya sido incapaz de pillar a estos imbéciles. Quitarle una piruleta a un crío es más difícil solo por su cabezonería. 

De repente, Nenanza nº2 tira su inútil arma y saca otra, moviéndola en el aire con velocidad y haciendo giros absurdos que supone servirán para subir su ego. La chica apenas tarda un segundo en reconocer el arma: una navaja de mariposa.

—Eh, yo tuve una de esas —dice con una sonrisa en los labios, recordando los buenos tiempos con su padre—. Cuando tenía seis años. 

El hombre parece ignorarla y sigue girando el arma entre sus dedos. Camina hacia ella y empieza a atacarla, aunque sin mucho efecto. La chica se deja impresionar un poco y está un rato esquivando los ataques. En uno de los ataques, consigue agarrarle el puño en el aire y le roba la navaja, haciéndose con ella y presumiendo de agilidad.

—Creo que estoy un poco oxidada —dice mientras mueve el arma a tal velocidad que el hombre acaba sacando una pistola y le apunta a la cabeza, aunque solo consigue perder el arma y un dedo—. Maleducado. 

Nenaza nº 2 grita con todos sus pulmones y le propina una patada en la cara para que se calle. La chica se queda observando el panorama de los dos tíos en el suelo, soltando gemidos y llantos y echa los ojos al cielo. Cada día el panorama de delincuentes es peor. O que ella es mejor, aunque eso es evidente cada día. Les ata las manos a la espalda y los arrastra hasta una esquina como la basura que son. Llama a la policía y espera escondida hasta que el coche de patrulla aparece y se los lleva. Con una sonrisa de satisfacción, vuelve a su casa. Hoy tocaba noche de pelis y palomitas con su padre.