El
juicio se estaba celebrando en la única plaza de la que disponía el pueblo. El
suelo lleno de agua, encharcando cada zona habitable, sumado a los olores que
desprendían las heces de cada animal de la zona y la basura que recibían como
comida era lo más destacable con una sola bocanada. Si alguien se aventuraba
alguna vez a describir el infierno, sin duda alguna diría que olía como Salem.
Los árboles estaban secos, las grietas de las cortezas se habrían paso por los
troncos con cada golpe de aire helado. Pocas veces escuchaban silbar al viento.
Algunos decían que gritaba por las noches, cuando más solo estaba. El cielo
estaba más gris que nunca, como si supiera lo que tocaba. A pesar de ello, no
había caído una gota desde hacía semanas. Los campos se estaban resecando más
de lo normal, apenas obtenían comida para las familias. Los niños enfermaban y
sus padres seguían sin poder hacer nada. Hasta hoy.
—¡No, por Dios, tenéis que creerme!
Gritaba
una mujer desesperada, intentando soltar sus muñecas de las cuerdas que la
aferraban contra el alto palo de madera que habían clavado en la plaza. Sentía
como su garganta se desgarraba con cada palabra.
—¡Tenéis que creerme!
—¡Calla, bruja! —El hombre
intentaba seguir juzgando a la mujer, pero sus gritos le interrumpían a cada
frase—. Con este fuego purificaremos
el alma contaminado de esta mujer y por fin nuestras tierras revivirán y
nuestros hijos estarán sanos como antes.
La
gente asentía a las palabras del predicador. Días antes la mujer había hablado
de una sequía, y ahora apenas tenían cultivos.
—Con este fuego la silenciaremos a ella y al demonio de su sucia alma.
—¡Por favor, no!
—¡Quémala!
—¡Morirás como tus amigas!
—¡No!
Las
lágrimas llenas de suciedad y dolor caían por las mejillas de la mujer. No
sabía que más decirles, no sabía como convencerles. Pero ya no había vuelta
atrás. Había visto como habían quemado a sus compañeras, nadie decía nada,
aunque estuviera en contra. Si decías algo, tú también eras una de ellas. Y a
pesar de todo, sin saber cómo, habían llegado a la conclusión de que Agatha era
una bruja. En vanas esperanzas había esperado que alguien del pueblo saliera en
su defensa. Se llevaba bien con todos, tenía buenas relaciones, nunca había
tenido problemas. Estaba casada con un respetable hombre y tenía una hija.
¿Acaso eso no era suficiente para darse cuenta que estaban cometiendo un grave
error?
Miraba
a ambos desde lo tarima de madera. No lloraba por ella, no le importaba ser
quemada. Lloraba por su hija. Por todos los santos, no la podía dejar sola. La
niña la miraba desconcertada, esperando que su madre bajara de una vez de aquel
sitio tan raro y la cogiera en brazos como siempre. Lo que más le había dolido,
incluso más que todos los golpes y pedrazos que había recibido en el
ayuntamiento, había sido la mirada de su marido. Conocía esa mirada, cuando
había estado en las otras quemas. Esos ojos que en su día la habían enamorado
ahora le daban terror, nunca antes le había mirado así. Con decepción, odio.
Agarraba a la pequeña por los hombros sin apartar la mirada de su mujer, como
si temiera que fuera a escapar. Ni siquiera él había creído sus palabras cuando
el alcalde había aparecido en su casa con la condena escrita y todo el pueblo
detrás de él.
Una
voz resonó sobre todos los gritos y abucheos. Agatha levantó la mirada y
vislumbró a su niña gritando y llorando. La llamas ya estaban por sus rodillas,
ni siquiera las había notado llegar. El humo apestaba, entraba por sus fosas
nasales y le contaminaba los pulmones, dificultándole la respiración. Madre e
hija se comunicaban con las miradas llenas de lágrima y dolor. La mujer tenía
una leve sonrisa en su rostro, no le importaba el dolor del fuego sobre su
carne. Lo único que quería era que su hija no se preocupara. La llamas quemaban
los pechos que habían alimentado a su hija durante meses cuando el hombre tomó
a su hija en brazos y salió del lugar. Puede que su cuerpo estuviera siendo
quemado, lo que no tenía tan claro era que su alma estuviera siendo purificada.
Salem no sabía que había hecho.
No me gusta
demasiado como ha quedado,
pero se me ha
ocurrido la idea en un segundo
y no la quería
dejar escapar. De todos modos
esto no
termina aquí, hay muchas brujas que quemar.
¿Sabes que se me ocurrió hace poco escribir sobre una quema de brujas? xD Pero no lo hice.
ResponderEliminarLSADJFLÑKSDKLÑFS. POBRE AGATHA, EN SERIO. NO ME JODAS. Lo que me ha parecido muy triste es que ni siquiera su marido la creyera...
Si a ti no te gusta mucho cómo te ha quedado, a mí sí. Así que ya está. (Has hecho bien en atrapar la escena en cuanto te ha llegado a la cabeza). ¿Y qué es eso de que hay más brujas por quemar? Jijiji.
¡Un abrrrrrrazo!
Siempre he pensado que Agatha era nombre de bruja, y no me faltaba razón. Y si el infierno tiene nombre, es Salem.
ResponderEliminarNo digas que no te gusta, o la próxima bruja a la que quedaremos será a ti (?)
¿ Que no te gusta, por qué? a mí me parece que está muy bien. La descripción es muy explicita.
ResponderEliminarPobrecita la niña, y con un marido así ..... bueno sin comentarios.