La
sala está tranquila, con su brillante color blanco en todas y cada
una de las paredes. Da serenidad, paz y armonía. Nada ni nadie sería
capaz de estropear esa atmósfera. O al menos eso es lo que la gente
de allí piensa. Se puede respirar la tranquilidad, sentirla dentro
de ti, por muchos problemas que pudieras tener. El mundo de fuera ya
podría estar siento destruido que en aquel lugar el ambiente no
cambiaría ni una pizca. La música clásica que suena en los
altavoces proporciona parte de eso. Hace que las mujeres vayan con
sus batas blancas de un lado a otro como flotando, como si aquello
fuera el mismo paraíso. Bailan con los doctores, sus pasos son
simétricos, parecen una única persona. Respiran profundamente. El
aire está limpio. Tanto, que lo único que puede entrar por sus
fosas nasales es la peste de los medicamentos y los productos de
limpieza. Pero ellos están acostumbrados. Ese es su hogar. Ellos han
construido ese hogar y lo han convertido en la peor pesadilla de
cualquier persona.
Una
enfermera, de todas las decenas que hay de esa especie tan extraña,
camina por los pasillos con una bandeja bien agarrada entre sus
manos. Sus pasos son firmes y decididos, con la cabeza bien alta, sin
una curvatura en su columna, como si debajo de toda esa ropa llevara
una especie de vara que le impidiera doblarse. Solo se escucha el
sonido de sus zapatos contra el frío mármol. El eco crece y crece,
pero se detiene cuando la mujer lo hace frente a una de las puertas.
Deja la bandeja sobre una diminuta mesa que tiene a su lado y abre la
puerta con una de las tantas llaves que guarda el bolsillo de su bata.
Recoge la bandeja y continúa por un pasillo que parece haber
aparecido en el mismo momento en el que la llave se introdujo en la
cerradura. Traga saliva casi con dificultad. Es la primera vez que la
mandan a esa habitación desde que la paciente ingresó. Le han dicho
que no hay nada que temer. Fuera hay dos guardias que están
preparados para cualquier tipo de situación, la paciente está
medicada y, además, la camisa de fuerza recibe ese nombre por alguna
razón.
El
guardia más delgado se levanta de su sitio y hace su trabajo,
comprobando que la identidad de la mujer es la correcta y que la
medicación y la comida son las que deben ser. Le devuelve la
identificación a la enfermera y saca una llave del bolsillo de su
uniforme. Sus manos se aferran con más fuerza a la bandeja con cada
giro de la llave, haciendo que lo que hay sobre ella tiemble durante
unos segundos. El guardia abre la puerta y mantiene el picaporte, a
la espera de que la mujer entre y poder cerrar de nuevo. La enfermera
parece haberse quedado pegada sobre ese trozo de ladrillo, delante de
la puerta. La pierna derecha se mueve y por fin se adentra en la
habitación. Tan blanca, tan silenciosa. Sin embargo es un sitio
inquietante. Por allí han pasado tantas almas atormentadas que es
como si se pudieran escuchar sus gemidos todavía. Le habían dicho
lo que había ocurrido, por qué ella estaba allí. A primera vista
podía parecer otra de los tantos locos que rellenaban ese lugar, que
a pesar de estar lleno, en el fondo estaba vacío de vida.
La
mujer está en una de las blancas y acolchadas esquinas, sentada en
el suelo, con un leve balanceo en el cuerpo, como si se estuviera
acunando así misma. Todavía conserva su larga melena, sucia y
despeinada, que le cubre parte de la cara. La enfermera permanece de
pie en la puerta un instante y en seguida se dirige hacia la cama
para dejar la bandeja sobre ésta. Cuando vuelve a mirar, la paciente
ha dejado de balancearse y ha levantado la cabeza unos centímetros.
Parece que la está mirando. No hay razón para estar nerviosa, ¿qué
le podría hacer?, ¿matarla con las piernas? Le sonríe amablemente
y señala la bandeja con su mano.
- Eres
la primera persona en este lugar que me sonríe. – La enfermera se
queda congelada. Lo último que esperaba era escucharla hablar. La
muchacha no sabe muy bien como sentirse respecto a ese comentario.
- ¿Tienes
hambre? - Pregunta cuando la sala permanece en silencio unos
minutos. - Deberías comer antes de que se enfríe. – Levanta las
tapas que hay sobre los platos y el humo de la comida empieza a
salir hacia arriba, dejando un leve aroma en el lugar.
- Creía
que no podíais hablar con los pacientes. – Dice la mujer,
apoyando la cabeza sobre la pared. - Que estaba prohibido.
- ¿Por
qué? - Es verdad que los pacientes no solían ser muy habladores, y
mucho menos sociables, pero en ningún momento le habían dicho que
no pudiera hablar con un paciente. Al contrario, hablar siempre
podía ser como una especie de terapia.
- Las
otras enfermeras nunca me hablan. Nadie lo hace.
- Creen
que estás demasiado loca como para poder relacionarte. - En un
principio no piensa lo que dice, pero entonces se da cuenta que eso
puede haber ofendido a la mujer. Sin embargo no muestra signos de
haberse sentido ofendida. Más bien es como si no hubiera escuchado
el comentario.
- ¿Te
han dicho por qué estoy aquí? - La mujer se levanta sin problemas
del suelo y se dirige a la cama. Decide aprovechar la amabilidad de
esa enfermera para poder comer un poco. Siente como si dentro de
poco el estómago se le fuera a cerrar por completo. Escucha como la
enfermera traga saliva cuando hace su pregunta. Hay tanto silencio
en la habitación que sería capaz de escuchar los latidos de una
persona con apenas un poco de concentración.
- ¿No
lo sabes?
- Pregunto
si tú lo sabes.
La
enfermera se queda unos instantes mirándola, sin saber muy bien que
responderle. Cuando sus labios se separan para poder responder un
fuerte y constante golpe en la ventana hace que la enfermera se gire
sobresaltada. Parece que el guardia le está metiendo prisa para que
deje a la paciente sola. ¿Cómo se supone que va a comer con los
brazos atados? No quiere problemas, así que toma los botes de las
pastillas para que la mujer se las tome y ella se pueda marchar. Abre
la boca mientras le mira a los ojos sin apenas parpadear. En ese
instante la enfermera se da cuenta que a pesar de su aspecto sucio
y despreocupado, en realidad es mucho más joven de lo que aparenta.
Puede que ni siquiera pase de los treinta años. Cuando se traga las
pastillas, se vuelve a levantar de la cama y se sienta en el mismo
rincón de antes, escondiendo la cabeza entre las rodillas. El
guardia vuelve a golpear el cristal de la puerta con fuerza y la
enfermera se levanta de su sitio para marcharse.
- Coge
la bandeja. Nunca las dejan aquí. - La enfermera se gira y se queda
mirando a la paciente. En ese instante vuelve a hablar, como si
supiera que la está mirando. - Podría ser peligroso.
Cuando
sale de la habitación, echa un último vistazo a la mujer. Pero no
está en la esquina, sino sentada en medio de la habitación,
devolviéndole la mirada medio tapada por los cabellos que caen
delante de sus ojos. Como un rayo, un escalofrio recorre el cuerpo
de la enfermera, notando como el vello de sus brazos se pone de punta
y su estómago se revuelve. Aparta la mirada del cristal para
rellenar unos papeles, afirmando que ella había sido quien la había
visitado, escribiendo la fecha y la hora exactas. Vuelve a echar un
rápido vistazo al cristal antes de marcharse con su bandeja, pero la
mujer no está sentada en el centro de la habitación, ni siquiera
puede saber donde está a través de ese minúsculo cristal. Si la
hubiera visto, podría haber comprobado que en el rostro de la
paciente se había dibujado una sonrisa que le habría causado
pesadillas para el resto de la noche. Las enfermeras no sabían lo
fácil que era hacerse pasar por una persona cuerda.
Este es el resultado de querer
participar en algo y no leer bien
las "instrucciones".
MACHO. LKASDÑFKLSDKÑGLÑSDKLGÑKSDÑ. ES GENIAL. GENIAL, GENIAL, GENIAL.
ResponderEliminarMe ha encantado *---* Ahora me da más cosa todavía que no entre en la antología, jopé DDD: Pero en fin, las normas son las normas xDD
Me atrevo a decir que este es uno de los relatos tuyos que más me gustan, sí. Incluso podría decir que el que más.
¡Un abrrrrrrrazo!
Por qué me dejas así, criatura cruel del inframundo. Me ha enganchado desde que he empezado a leer, ha sido un: no despegues la vista de la pantalla e ignora a la tía cansina que está llamando al timbre y sigue leyendo xD
ResponderEliminarLa descripción me ha hecho que me imagine la situación como si yo estuviese ahí dentro, y la conversación pone la carne de gallina básicamente.
Y creo que me estoy pasando con el comentario, como siempre, algún día haré uno decente ¡lo prometo!
(Cuánto tiempo sin pasarme por aquí tonta de mi lo que me pierdo D: ...)
Andi. (¿Has visto? Estoy comentado seguidamente. n.n) xD
ResponderEliminarEn fin. Creo que he cometido el error de leer este relato a las dos menos diez de la madrugada, sola, a oscuras, protegida sólo por el edredón... Sí, tengo un poco de miedito... Sjkgkgjdhs. ¿Ves lo que consigues? No se puede escribir tan bien.
Lo mejor: las descripciones.
Lo peor: tengo el corazón encogido y oigo ruidos raros en la casa D:
ASDFGHJKL JODER ANDI JODER.
ResponderEliminarCÓMO MOLA.
ME HA GUSTADO Y ¡MÍRAME! ESTOY DESPIERTA A LAS CUATRO Y MEDIA DE LA MADRUGADA. TENÍA SUEÑO HACE UN MOMENTO Y AHORA SE ME HA IDO Y COMO A SONDRA (LAURA) ESCUCHO RUIDOS RAROS Y NO QUIERO NI MOVERME Y ASDFGHJKL.
Me ha gustado mucho, y se nota cómo vas mejorando a medida que escribes así que, escribe.
Un beso enorme, guapa.
Y PARA QUE LO SEPAS ESCRIBO EN MAYÚSCULAS PORQUE SÍ QUE TENGO MIEDITO.
FRHDHGDHDFHTHHGJHFHG Joder, me ha encantado xDD
ResponderEliminarQue mujer más misteriosa, ahora tengo intriga por saber qué hizo. Pero genial, de verdad ffgdghhhfh Que bien escribes e.e A ver si se me pega algo (?)
¡Besos gigantes, María! :3 Y EH, Felicidadeh (de nuevo (?)) xD