7.9.14

Los resquicios de los recuerdos (II)

Algo dentro de él le hace girarse y mirar hacia atrás. Tiene un mal presentimiento, aunque desde que empezó esto tiene un mal presentimiento en todo momento. Un golpe de aire caliente llega hasta ellos y a pesar de todo, un escalofrío le recorre de pies a cabeza, sin dejarse ningún rincón. La magia de sus venas parece vibrar alertándole de algo, pero no sabe qué es. Cuando vuelve a retomar la caminata junto a sus compañeros, descubre que todos están mirando hacia donde él lo estaba haciendo.

—¿Habéis notado eso?

La voz de Gajeel está ronca y parece apagada, como si no tuviera ganas de hablar. Como si lo hiciera por obligación. Su voz se amortigua levemente, chocando contra el pañuelo que lleva alrededor de la boca para no respirar las cenizas que flotan en el ambiente constantemente. Camina unos pasos hasta ponerse de nuevo a la misma altura que sus amigos, que parecen igual de nerviosos que él.

—Si —dice Natsu con una voz tranquila—. Será mejor que nos alejemos.

Gajeel aprieta sus puños con fuerza mientras retoman el camino. Todavía recuerda el día que no se echaban atrás por nada, no temían a nada y podían protegerlo todo. Ahora eso había cambiado. Se escabullen siempre que pueden, evitan los peligros e intentan proteger lo suyo. Si quieren sobrevivir, no pueden hacer tonterías. Tienen que pensar en todas las vidas que están a su cargo, no pueden pensar individualmente. Ahora, los que quedan, deben formar una unidad y ayudarse entre todos. Aunque para todos ellos, esto siempre ha sido así. Su gremio siempre ha sido así. Pero ahora es más duro, porque la gente ha muerto de verdad, la gente ha desaparecido. La vida ya no es lo que era antes, y el mundo tampoco. Y en la cima de esa montaña tan grande que se ha formado, en la cúspide del dolor y el sufrimiento por el que tienen que pasar cada día para poder despertarse con vida al siguiente, hay una espina clavada en el interior de Gajeel. Una espina que duele y que hace la herida cada vez más grande. Pero, sin embargo, es un dolor al que está llegando a acostumbrarse (aunque no quiera). Teme que llegue el día en el que ya no le duela y se llegue a olvidar de esa espina. Pero no es tan fácil olvidarse de alguien. Y menos de ella.
Intenta no pensar demasiado en ella. Sabe que no sería una buena idea. Deben permanecer fuerte y servir como ejemplo, que los demás vena que se puede superar cualquier adversidad. Pero él sabe que es mentira. Todo él es una fachada de hierro, y el día que esa fachada se rompa ya no habrá vuelta atrás.
Un rugido lejano estalla en el cielo y Gajeel se vuelve a detener. Sin embargo, no ha sido ese espeluznante ruido lo que ha llamado la atención del chico. Hace tiempo que se acostumbraron a esas criaturas. No, ha sido otra cosa. Algo en el aire, como una sensación. No, tampoco ha sido una sensación. Ha sido algo más fuerte. Más intenso. Como un olor. Si, como un olor conocido. Como si de repente el aire hubiera querido llegar hasta él y hacerle sentir.
Se detiene, no mueve ni un músculo, no quiere perder ese olor. Que haya llegado hasta él podría significar tantas cosas que tiene que ordenar sus pensamientos todo lo deprisa que puede para no perder la concentración del olfato. Aspira con fuerza. Ahora es mucho más débil, pero la esencia todavía está ahí, flotando a su alrededor. Como si le estuviera llamando. Gira la cabeza a la derecha, pero no hay nada. La gira a la izquierda y se le eriza el pelo. Su cuerpo acompaña la dirección de la cabeza y se pone alerta. Las aletas de su nariz se mueven sin parar y se acaba quitando el pañuelo del rostro para que no le moleste. Hay tantos olores mezclados que por un segundo cree haberlo perdido. Pero no, está ahí, susurrándole. A pesar de la peste que hay a azufre, fuego, cenizas y destrucción puede notar ese aroma tan dulce y agradable. Es como una caricia para su corazón. La mecha que se estaba apagando dentro de él se vuelve a encender por unos segundos y la esperanza que creía no volver a recuperar le recorre cada poro del cuerpo.

—¿Gajeel?
—Es ella —susurra para sí mismo, aunque sus compañeros le escuchan perfectamente.
—¿Qué ocurre? —pregunta la chica rubia, deteniendo su paso al ver que los dos chicos no siguen caminando.
—No lo sé, pero creo que Gajeel ha notado algo.
—Es ella —vuelve a repetir, esta vez mirando a Natsu y Lucy.
—¿Quién?

Lucy intenta preguntarlo con todo el cariño posible. Recuerda que los primeros días pasaron por lo mismo varias veces. No era nada agradable cuando sus sentidos le llevaban a escombros quemados y el rostro de Gajeel se descomponía.

—Es Levy —su rostro se ilumina como no lo había hecho en mucho tiempo y casi contagia la emoción a sus amigos. Casi—. Acabo de notar su olor en el aire. Sé que es ella.

Sus amigos no dicen nada, no saben qué decir. Podrían decirle que sí, que seguramente sea ella y que sea buena idea buscarla. Pero no quieren que el chico vuelva a pasar por lo mismo. Ninguno podría aguantar otra búsqueda fallida. Pero también podrían decirle que no, que seguramente sean cosas suyas, o que simplemente sea un olor parecido. Con todo el fuego y los olores desagradables que les rodean es normal confundirse. Pero quién es capaz de decirle eso.
Gajeel les da la espalda y su nariz se mueve como la de un perro, en busca de poder seguir el camino del olor que le ha llamado la atención después de mucho tiempo. De repente, el chico sale corriendo justo en la dirección opuesta. En la dirección del dragón. Lucy y Natsu lo saben, pero ninguno es capaz de decir nada. Ninguno sabe que podrían encontrarse si realmente el chico ha notado el aroma de Levy. Empiezan a correr detrás del chico, viendo como su enorme melena se agita delante de ellos. El chico aparta escombros y escarba en algunos sitios. Es como si el olor le quisiera decir de donde procede pero le diera miedo darle el camino directo.

—Creo que tenemos que ir hacia donde se encuentra el dragón.

A Lucy se le hiela la sangre cuando escucha esas palabras, a pesar de que ya sabía hacia donde iban.

—Es demasiado peligroso.
—Es Levy.
—Ni siquiera lo sabes seguro.

Gajeel se queda paralizado ante las palabras de Natsu. No puede creer que él haya dicho eso. Él. Quien hasta hace un tiempo era capaz de arriesgar su propia vida por cualquier amigo. Él. Quien al contrario que otros muchos en el gremio, le aceptó cuando decidió formar parte de ese gremio lleno de hadas rencorosas y asustadas por lo que les había hecho. Por lo que le había llegado a hacer a Lucy. Sin embargo, le entiende. Seguramente él tampoco arriesgaría su vida y la de los demás por una pista tan mínima como esa.
El dragón vuelve a rugir, y esta vez ha sonado mucho más cercano. Sin embargo, todavía no le han conseguido ver, pero el hedor y el calor de sus llamas sí que ha llegado hasta ellos. Los tres amigos miran hacia la dirección adecuada. Se miran entre ellos sin pronunciar palabra y todos saben que Gajeel va a acabar haciendo lo que quiera.  Mientras ambos muchachos empiezan a discutir sobre lo que deberían y lo que no deberían hacer, a Lucy le llama algo la atención. Casi como un pequeño reflejo en la lejanía. Un brillo fugaz que apenas podría haber sido visto si no llega a ser porque la chica estaba escudriñando cada rincón. Se queda quieta unos segundos, esperando volver a ver ese destello. Lo ve y de repente se siente como si le hubieran chutado adrenalina.
Sale corriendo hacia su izquierda, intentando no perder de vista el lugar. De nuevo el destello. Después de unos segundos esquivando diferentes obstáculos consigue llegar al punto, y se da cuenta que lo que estaba viendo uno era ningún destello ni ninguna luz. Simplemente era un pañuelo amarillo, enganchado en una viga rota. Traga saliva y lo coge con cuidado. Sus dedos rozan la suave tela. A pesar de que se nota desgastado, entre todas las cosas que rodean a Lucy y al pañuelo, éste parece totalmente nuevo. Lo suelta de la viga y lo agarra con fuerza entre sus manos. Cuando regresa se da cuenta que los dos chicos la están mirando curiosos, sin saber a dónde había ido. Cuando abre la mano, en los primeros segundos Gajeel no ve nada excepto una tela. Pero entonces se da cuenta que podría reconocer ese pañuelo amarillo en cualquier parte. Aunque hubiera cien como ese, podría reconocerlo por encima de todos los demás. Lo coge, casi con miedo, y lo sujeta como un regalo preciado.

—Es de ella —dice el muchacho casi sin poder creer sus propias palabras.

Lucy afirma con fuerza y una sonrisa de oreja a oreja. Mira a Natsu y los dos saben lo que hay que hacer. Gajeel se acerca el pañuelo al rostro y nota de nuevo ese aroma que había olido apenas unos minutos atrás. Pero esta vez es tan fuerte que le eriza el vello de los brazos. Es tan agradable oler algo diferente y que sea precisamente eso. Se ata el pañuelo en la muñeca con fuerza para no perderlo y los tres amigos caminan hacia el destino al que deberían haber ido desde hace tiempo. 

Para M.

2 comentarios:

  1. Saber que esta parte empezaba con Gajeel me ha emocionao mucho. dedgzgfdghfghfghf AHORA EMPIEZA LO BUENO. Ay, es triste que Natsu y Lucy no parezcan los mismo :/
    QUIERO LEER LA SIGUIENTE PARTE YA Y VERLOS JUNTOS FDSDGZGZSEGFHD AY <3
    ¡Me está gustando mucho!

    ¡Besos gigantes, María! :3

    ResponderEliminar
  2. Esta historia necesita palomita y continuación cuanto antes!

    besos grises

    ResponderEliminar