El día que el cielo cayó sobre la
Tierra, nació el caos y murió la esperanza. No podía saber cuándo salía el sol
y cuando lo hacía la luna. Los días eran una cosa abstracta que se escapaba de
su pobre conciencia humana. No se podía entender el mundo. En lo que se había
convertido y en lo que jamás volvería a ser. La Tierra se había convertido en
escombros, y el cielo en una nube gris constante que no dejaba que los rayos
del sol pasasen. Ni siquiera sabía si el sol seguía allí arriba. Su cielo era
el techo de los refugios que se iba construyendo conforme avanzaba, y su
esperanza la bandera anaranjada que llevaba consigo. La miraba sin parar. Era
lo único que le quedaba. Era el último resquicio de esperanza al que su alma se
podía aferrar. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto tiempo había
pasado allí metida, alimentándose prácticamente de aire. Días. Puede que
semanas. Si hubieran sido meses quizás ya habría muerto. Parecía que la
percepción del tiempo había sido borrada de su mente. En realidad, ella ya
estaba muerta. Murió el día que lo hizo la esperanza. De vez en cuando miraba
al techo cuando se encontraba en un refugio y las lágrimas se le escapaban
solas. Las dejaba que salieran a sus anchas. Temía que en cualquier momento
fuera a olvidar el rostro de todos. Sus risas, sus voces, sus peleas. Eso era
lo que ahogaba sus ojos. Al principio de estar perdida y sola, se obligaba a
pensar en ellos, se obligaba a llorar. Eso le hacía quedarse dormida y poder
soñar con ellos. Pero cuando se volvía a despertar, era todavía más doloroso.
La magia que corría por sus venas
parecía que se iba evaporando poco a poco. Apenas la usaba, pero cuando lo
hacía, cada vez le resultaba más difícil. Sentía que debía guardar toda la
magia posible dentro de ella. No podía desperdiciarla. Era como si al gastarla toda,
su vida se fuera a apagar como si nada. Como si nunca hubiera existido. Temía
que llegara el día en el que realmente la necesitara y entonces no supiera cómo
usarla.
Consigue salir del refugio en el
momento anterior a que se partan las vigas de madera y todo se vuelva
escombros. Suspira con fuerza. Era el mejor que había encontrado en mucho
tiempo, mucho más amplio que todos los demás. Mete las pocas cosas que tiene en
la mochila improvisada con la gran bandera naranja y se ata un pañuelo amarillo
en el rostro para que le tape boca y nariz. Cada vez que vuelve al exterior su
esperanza se pierde un poquito más.
No hay nada vivo ahí fuera. Todo
es destrucción y fuego. De vez en cuando un dragón solitario o un grupo
surcaban el cielo, y Levy tenía que correr por su vida. A veces mataban a los
humanos que se encontraba en su viaje. Otras veces los dejaban vivir, no tenía muy
claro por qué. Puede que por mera diversión. Lo que ella tenía claro es que no
se iba a quedar delante de uno a comprobar qué hacían con ella.
De vez en cuando lanzaba algún
hechizo para poder ver si podría aprovechar algo del suelo. Lo que peor llevaba
era el tema de encontrar la comida. Lo más fácil era beber agua, porque en
parte, la podía crear ella misma si se veía muy mal, pero siempre intentaba
guardar la magia para otro tipo de cosas. Por desgracia, su magia no servía
para crear comida de la nada. Y si servía, ella nunca lo había averiguado.
Aunque no es menos cierto que lo había probado en alguna ocasión, sobre todo
los primeros días que se encontraba sola. No fue nada sorprendente el resultado
negativo que obtuvo.
Lo único bueno que consiguió
encontrar fue un palo, totalmente liso y sin astillas, pudiendo usarlo como un
soporte. Por culpa de la falta de comida sus fuerzas iban disminuyendo a una
velocidad peligrosa, y más de una vez había tenido que dejar de buscar refugio
para poder descansar aunque solo fueran un par de minutos.
Tras llevar horas caminando bajo
un calor infernal y una lluvia incesante de cenizas, sus ojos pueden divisar lo
que podría servirle como un buen refugio, al menos durante un par de días.
Empieza a acelerar el paso hasta encontrarse corriendo hacia la única casa que
se encuentra en pie en la zona.
De repente, el cielo se ilumina
y el fuego llueve. Levy cae al suelo cuando todo lo que se encuentra delante de
ella explota y desaparece como si nada. Los oídos le pitan con insistencia y el
sudor hace que los ojos le escuezan. Las cenizas empiezan a entrar por su garganta,
haciendo que comience a toser de manera dolorosa. Se da cuenta que el pañuelo
que cubría su rostro ha salido volando, pero no tiene tiempo para ir tras él. Un
dragón demasiado grande como para saber su tamaño exacto parece que ha puesto a
la chica en su punto de mira. Levy apenas puede escapar de la siguiente
llamarada, teniendo que apagar con fuerza las llamas que se han instalado en su
camiseta. El suelo tiembla como si se fuera a abrir por la mitad cuando el
dragón cae al suelo sobre sus cuatro patas. Gruñe y la chica cree por un
instante que los oídos le van a estallar. Empieza a correr en la dirección
opuesta de la criatura, como en todo ese tiempo no ha podido correr. Tiene que
sacar las fuerzas de donde sea.
Para M.
OMG. No, por qué lo dejas ahí, en lo más importante? Lloro. Lloro mucho. Quiero más, SUBE LA CONTINUACIÓN YA Y DÉJAME SABER QUÉ PASA D:
ResponderEliminarPD: Tenía muchísimas ganas de esto, ay <3 ¡Y la canción me gusta mucho!
¡Besos gigantes, María! :3