5.9.14

Los resquicios de los recuerdos (I)


El día que el cielo cayó sobre la Tierra, nació el caos y murió la esperanza. No podía saber cuándo salía el sol y cuando lo hacía la luna. Los días eran una cosa abstracta que se escapaba de su pobre conciencia humana. No se podía entender el mundo. En lo que se había convertido y en lo que jamás volvería a ser. La Tierra se había convertido en escombros, y el cielo en una nube gris constante que no dejaba que los rayos del sol pasasen. Ni siquiera sabía si el sol seguía allí arriba. Su cielo era el techo de los refugios que se iba construyendo conforme avanzaba, y su esperanza la bandera anaranjada que llevaba consigo. La miraba sin parar. Era lo único que le quedaba. Era el último resquicio de esperanza al que su alma se podía aferrar. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto tiempo había pasado allí metida, alimentándose prácticamente de aire. Días. Puede que semanas. Si hubieran sido meses quizás ya habría muerto. Parecía que la percepción del tiempo había sido borrada de su mente. En realidad, ella ya estaba muerta. Murió el día que lo hizo la esperanza. De vez en cuando miraba al techo cuando se encontraba en un refugio y las lágrimas se le escapaban solas. Las dejaba que salieran a sus anchas. Temía que en cualquier momento fuera a olvidar el rostro de todos. Sus risas, sus voces, sus peleas. Eso era lo que ahogaba sus ojos. Al principio de estar perdida y sola, se obligaba a pensar en ellos, se obligaba a llorar. Eso le hacía quedarse dormida y poder soñar con ellos. Pero cuando se volvía a despertar, era todavía más doloroso.
La magia que corría por sus venas parecía que se iba evaporando poco a poco. Apenas la usaba, pero cuando lo hacía, cada vez le resultaba más difícil. Sentía que debía guardar toda la magia posible dentro de ella. No podía desperdiciarla. Era como si al gastarla toda, su vida se fuera a apagar como si nada. Como si nunca hubiera existido. Temía que llegara el día en el que realmente la necesitara y entonces no supiera cómo usarla.
Consigue salir del refugio en el momento anterior a que se partan las vigas de madera y todo se vuelva escombros. Suspira con fuerza. Era el mejor que había encontrado en mucho tiempo, mucho más amplio que todos los demás. Mete las pocas cosas que tiene en la mochila improvisada con la gran bandera naranja y se ata un pañuelo amarillo en el rostro para que le tape boca y nariz. Cada vez que vuelve al exterior su esperanza se pierde un poquito más.
No hay nada vivo ahí fuera. Todo es destrucción y fuego. De vez en cuando un dragón solitario o un grupo surcaban el cielo, y Levy tenía que correr por su vida. A veces mataban a los humanos que se encontraba en su viaje. Otras veces los dejaban vivir, no tenía muy claro por qué. Puede que por mera diversión. Lo que ella tenía claro es que no se iba a quedar delante de uno a comprobar qué hacían con ella.
De vez en cuando lanzaba algún hechizo para poder ver si podría aprovechar algo del suelo. Lo que peor llevaba era el tema de encontrar la comida. Lo más fácil era beber agua, porque en parte, la podía crear ella misma si se veía muy mal, pero siempre intentaba guardar la magia para otro tipo de cosas. Por desgracia, su magia no servía para crear comida de la nada. Y si servía, ella nunca lo había averiguado. Aunque no es menos cierto que lo había probado en alguna ocasión, sobre todo los primeros días que se encontraba sola. No fue nada sorprendente el resultado negativo que obtuvo.
Lo único bueno que consiguió encontrar fue un palo, totalmente liso y sin astillas, pudiendo usarlo como un soporte. Por culpa de la falta de comida sus fuerzas iban disminuyendo a una velocidad peligrosa, y más de una vez había tenido que dejar de buscar refugio para poder descansar aunque solo fueran un par de minutos.
Tras llevar horas caminando bajo un calor infernal y una lluvia incesante de cenizas, sus ojos pueden divisar lo que podría servirle como un buen refugio, al menos durante un par de días. Empieza a acelerar el paso hasta encontrarse corriendo hacia la única casa que se encuentra en pie en la zona.
De repente, el cielo se ilumina y el fuego llueve. Levy cae al suelo cuando todo lo que se encuentra delante de ella explota y desaparece como si nada. Los oídos le pitan con insistencia y el sudor hace que los ojos le escuezan. Las cenizas empiezan a entrar por su garganta, haciendo que comience a toser de manera dolorosa. Se da cuenta que el pañuelo que cubría su rostro ha salido volando, pero no tiene tiempo para ir tras él. Un dragón demasiado grande como para saber su tamaño exacto parece que ha puesto a la chica en su punto de mira. Levy apenas puede escapar de la siguiente llamarada, teniendo que apagar con fuerza las llamas que se han instalado en su camiseta. El suelo tiembla como si se fuera a abrir por la mitad cuando el dragón cae al suelo sobre sus cuatro patas. Gruñe y la chica cree por un instante que los oídos le van a estallar. Empieza a correr en la dirección opuesta de la criatura, como en todo ese tiempo no ha podido correr. Tiene que sacar las fuerzas de donde sea. 

Para M. 

1 comentario:

  1. OMG. No, por qué lo dejas ahí, en lo más importante? Lloro. Lloro mucho. Quiero más, SUBE LA CONTINUACIÓN YA Y DÉJAME SABER QUÉ PASA D:
    PD: Tenía muchísimas ganas de esto, ay <3 ¡Y la canción me gusta mucho!

    ¡Besos gigantes, María! :3

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