22.6.14

Último aliento (III)

—¿Qué cojones es eso?

La chica parece tan calmada que eso es lo más les asusta. No ha hecho ningún movimiento desde hace rato, aunque el hielo sigue creciendo en su cuerpo. Parece que se está formando una especie de armadura. Una armadura afilada y peligrosa dispuesta a encargarse de cualquiera que intente acercarse. Sin embargo el hielo se está extendiendo por el cuello hasta llegar a cubrir la parte izquierda de su rostro, dejando el ojo derecho al aire. el único signo de que Lyenna pueda seguir siendo ella misma.

—Es verdad que puede controlar el origen de su poder —afirma el Oudeteron, perdiendo su atención de Shander.
—Idiota —recrimina el jefe, pero no parece enfadado— si fuera así estaría usando agua, no hielo.

Sin embargo sabe que, o lo ha conseguido alguna vez o está a punto de lograrlo. No sabe cómo describirlo, pero es como si ella no estuviera controlando su poder, como si éste hubiera cobrado vida propia y ella tan solo fuera un recipiente que le sirve de soporte. Había escuchado rumores, leyendas de que eso había sido posible. Siglos tras, en los orígenes del mundo y que los primeros caelestes habían sido incapaces de controlar sus propios poderes. Para hacerlo habían tenido que crear una especie de sellos dentro de ellos mismos. De esto solo se saben cuentos. Pero él sabía que eran verdad, sabía que podía ocurrir que algún día alguien se convirtiera en uno con su poder. Y él estaría delante para presenciarlo y poder saber cómo conseguirlo con su propio poder. Así ha sido. Él está delante del mayor suceso que puede llevar a los caelestes un paso más en la escala de la evolución. Sin embargo la chica no está perfeccionada, y su poder tampoco. Aún le falta para llegar al origen, aunque algo es algo. La cosa es, ¿cómo lo consigue él?

—Parece que al final sí que nos estaba mintiendo.

Suelta a Shander del brazo y el muchacho cae al suelo de nuevo. Parece que ya no están tan interesados en matarlo como antes. Son incapaces de apartar la mirada de Lyenna, aunque no tiene claro si por sorpresa o por miedo. Cuando el pelirrojo vuelve la vista a la chica parece que su cabello haya sido bañado en plata. Es hermoso, al mismo tiempo que escalofriante. Nota como la punta de sus dedos está empezando a congelarse. En ese momento se da cuenta que han dejado de anular su poder y que puede calentarse otra vez, sin embargo no tiene fuerzas para luchar, apenas puede sostenerse en pie. Y no quiere que hieran más a Lyenna, ni siquiera sabe qué va a ocurrir con ella en ese estado. Lo único que sabe y que recuerda son las palabras de Margot cuando le explicó lo que había sucedido la primera vez. Se repiten en su cabeza una y otra vez, como si Margot le estuviera susurrando al oído en ese mismo instante.

No es bueno que use ese poder. La matará por dentro.
La matará por dentro.
La matará.

—¿Qué hacemos? —las voces asustadas de los tipos le despiertan.
—No me gusta esto. Vámonos.
—Callaos, joder.

El hombre mira fijamente a la muchacha. Es su obra de arte. Gracias a él la chica ha conseguido despertar ese poder, parece que era incapaz de hacerlo por sí misma. Todavía no sabrá cómo controlarlo. Puede que ni siquiera sea consciente de que posee tal poder. El muchacho parece tan preocupado por su amiga que hasta le produce placer.

—Soltadle —dice de repente el hombre, causando confusión en los presentes allí.
—¿Qué?
—¿Estáis sordos?

Uno de ellos corta las ataduras de las muñecas de Shander, aunque de poco va a servir si no puede andar por culpa del tobillo roto. El hombre levanta al chico por la fuerza para que se quede de pie.

—Camina. Tú —le dice a uno de los tipos— acompáñalo.
—Ni de coña.
—He dicho que lo acompañes.
—No pienso acercarme a esa —mira a Lyenna y traga saliva— a esa cosa.

Aprieta la mandíbula, intentando no perder la paciencia. El tipo empieza a moverse contra su propia voluntad hacia delante. El Oudeteron se aleja unos pasos del grupo, no le gusta cómo están marchando las cosas. Se da media vuelta para salir corriendo, pero antes de dar siquiera un paso, algo traspasa su cabeza y cae al suelo, muerto. Cuando los otros tres miran hacia la chica no ven nada sospechoso, pero es evidente que le ha matado ella.  

—Genial —dice el jefe, casi con un tono molesto.
—Joder, joder, joder.
—¿Quieres cerrar la boca? Estoy intentando pensar.
—¿Pensar? Yo lo que quiero es largarme de aquí.
—Está bien, vete.

Se queda totalmente confuso, no sabe si va en serio o tan solo es una broma, pero nota como ha recuperado el control de su cuerpo. Echa un último vistazo a la chica y se da media vuelta. Shander y el hombre notan como una pequeña ráfaga de aire helado pasa entre ambos. Cuando miran hacia atrás el tipo tiene el mismo agujero en su cabeza. La sangre empieza a salir de su cabeza, al tiempo que se forma una fina capa de escarcha alrededor de la herida.

—Vaya, vaya. Creo que tengo un pequeño problema aquí.

Shander ni siquiera le hace caso. No sabe si Lyenna está siendo consciente de lo que está haciendo o si el poder va más allá de su control. Sea cual sea la respuesta, no le gusta ninguna de las dos. No sabe qué puede hacer. Nadie lo sabe. En ese instante, Lyenna empieza a desvanecerse ante los propios ojos de los dos hombres. Más bien empieza a evaporarse. La chica los envuelve en una pequeña ventisca y se vuelve casi como una imagen difusa, un espejismo. Shander la pierde de vista de repente, en tan solo un parpadeo desaparece de su posición. En dos parpadeos aparece a su izquierda. En cuatro parpadeos a su derecha. Cuando los hombres se quieren dar cuenta diferentes Lyennas que se multiplican y desaparecen constantemente les rodean. Las figuras de la chica no se quedan fijas en un sitio por más de un par de segundos. El pelirrojo se mira las manos, están empezando a congelarse lentamente. Y a pesar de que está usando su poder para calentarse, no está sirviendo de nada. Sobre todo cuando ve que la punta de sus dedos está empezando a ponerse morado. El otro tipo, por el contrario, parece estar disfrutando al máximo la escena.

—¡Lyenna, escúchame! —Shander no sabe dónde mirar ni a cual de todas ellas dirigirse—. ¡Tienes que parar esto! 
—¿No consigues coger calor? —le pregunta el tipo entre risas.

En el momento en el que Shander le mira, el hombre recibe un golpe tan fuerte en el estómago que se doble sobre sí y cae al suelo de rodillas, intentando no vomitar. Un pequeño golpe de aire helado se acerca por su izquierda y le golpea la cara con fuerza, haciendo que choque contra el propio Shander. El muchacho se lo quita de encima todo lo rápido que puede, no tiene demasiado claro en qué está pensando Lyenna. Si es que está pensado por sí misma.  El hombre empieza a girar en el suelo, consiguiendo esquivar algunos de los golpes de viento. Shander no sabe cómo consigue evitar algo así, como si estuviera prediciendo los ataques de la chica. Seguramente esté teniendo suerte. Sí, porque justo entonces un golpe de viento se mueve entre sus piernas y lo vuelve a tirar al suelo tras haberse incorporado segundos atrás. Como si alguien le hubiera cogido de los tobillos, empieza a ser arrastrado por el suelo y es lanzado por los aires, llegando a chocar contra un árbol. Shander casi puede notar el crujir de su columna sobre él mismo. Durante unos segundos parece que el hombre pierde el conocimiento y es incapaz de mover un solo músculo. La chica se aparece delante de Shander y el chico se queda helado (aunque eso ya lo estaba).

—¿Lyenna? —traga saliva, casi notando como ésta se congela en su paso por la garganta.

Entre el frio que está pasando y el dolor de todo su cuerpo, apenas nota ya nada. La chica le mira de esa manera, como si le estuviera mirando por encima del hombro. Como si tan solo viera al chico como un ser inferior. Sin embargo, Shander ve un resquicio de su Lyenna en el ojo que todavía no está bajo una capa de hielo, aunque su pupila es tan diminuta que apenas se puede apreciar. El ojo tan solo está inundado por el color azul de ellos. La muchacha no responde, tan solo respira y el vaho sale por su nariz. Parece tan furiosa que Shander tiene miedo incluso de parpadear. Tirado en el suelo, con sus piernas casi dormidas al completo, estira poco a poco una mano hacia la chica, pero unos pinchos salen disparados del suelo, apunto de atravesar su mano. Lyenna (¿Lyenna?) se acerca hacia el muchacho, estirando esta vez ella su mano hacia su cara. Shander se queda totalmente quieto. Al fin y al cabo, no puede escapar. Su corazón se acelera conforme la mano helada se acerca hacia él. Pero se detiene cuando Lyenna escucha toser al otro tipo, parece que ha conseguido recuperarse después del golpe en la columna. Parece que se vaya ahogar con su propia tos. La chica se incorpora y moviendo sus dedos rápidamente, hace que la nieve arrastre al hombre hasta ella y lo deje flotando en el aire a su altura. Lyenna se gira para mirar al hombre, el cual parece que ya no se está divirtiendo tanto como antes.

—¿Por qué no le dices a tu amiga que me suelte?

Shander le mira sin responder. Si, como él hizo con ella cuando Shander le pidió que la dejaran tranquila. Es incapaz de sentir pena por él, sería como insultar a Lyenna. La nieve empieza a girar alrededor de sus extremidades, empezando a congelarlas poco a poco, como si buscara su sufrimiento. Por el rostro de la chica, Shander puede jurar que la chica busca algo más que una simple venganza que deje heridas en el cuerpo del hombre. Quiere torturarlo, quiere hacerle gritar y que suplique que se detenga. Y Shander no puede permitir eso. No puede permitirlo porque esa no es Lyenna. A la Lyenna que él conoce le gusta pelear de manera justa, por muy cabrón que sea el oponente. Ella jamás clavaría una espada a alguien que le da la espalda. Básicamente porque no le gustaría que le hicieran lo mismo a ella. A simple vista no parece gran cosa, pero por las caras que está poniendo el hombre, Shander está seguro que el hielo le está atacando por dentro del cuerpo.
Las manos de la chica se convierten en afiladas garras que se dirigen justo al centro del pecho del hombre. Shander está totalmente desarmado de ideas. Sin embargo no está desarmado de poder. Sin pensarlo dos veces, cuando la chica se lanza contra el tipo, le lanza una bola de fuego que choca contra su rostro, consiguiendo que se detenga. El humo se eleva hacia arriba, impidiendo que Shander pueda ver con claridad el rostro de la chica. Traga saliva. Traga saliva. El corazón acelerado de Shander apenas le deja escuchar sus propios sentimientos. Tiene náuseas, siente que se le va salir por la boca de un momento a otro. Cuando el humo se disipa la chica se gira y mira a Shander. Quizás debería sentir miedo de Lyenna, debería estar temblando e intentando salvar su pellejo. Pero no lo hace, porque no está asustado. Estamos hablando de Lyenna. Por muy descontrolada que esté en este momento, aunque haya matado a dos hombres y estuviera a punto de hacerlo con uno tercero. Aunque ahora le mire con ambos ojos cubiertos por el hielo y esté empezando a echar vapor como si fuera a explotar de un momento a otro. No le aparta la mirada, la desafía sin ni siquiera quererlo.

1 comentario:

  1. Te odio no sé si más que en el principio.
    ¿Qué cojones se le pasa por la cabeza a Shander, de verdad?
    Parece que no piensa y tengo un poco de miedete en este intante por ver qué vas a hacer.
    Espero que mañana me expliques con calma qué se te ha pasado por la cabeza y que cuando acabes los exámenes escribas hasta que se te gasten los dedos.
    Te odio,pero con amor.

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