—¿Qué cojones es eso?
La chica parece tan calmada que
eso es lo más les asusta. No ha hecho ningún movimiento desde hace rato, aunque
el hielo sigue creciendo en su cuerpo. Parece que se está formando una especie
de armadura. Una armadura afilada y peligrosa dispuesta a encargarse de
cualquiera que intente acercarse. Sin embargo el hielo se está extendiendo por
el cuello hasta llegar a cubrir la parte izquierda de su rostro, dejando el ojo
derecho al aire. el único signo de que Lyenna pueda seguir siendo ella misma.
—Es verdad que puede controlar el
origen de su poder —afirma el Oudeteron, perdiendo su atención de Shander.
—Idiota —recrimina el jefe, pero
no parece enfadado— si fuera así estaría usando agua, no hielo.
Sin embargo sabe que, o lo ha conseguido
alguna vez o está a punto de lograrlo. No sabe cómo describirlo, pero es como
si ella no estuviera controlando su poder, como si éste hubiera cobrado vida
propia y ella tan solo fuera un recipiente que le sirve de soporte. Había escuchado
rumores, leyendas de que eso había sido posible. Siglos tras, en los orígenes
del mundo y que los primeros caelestes habían sido incapaces de controlar sus
propios poderes. Para hacerlo habían tenido que crear una especie de sellos
dentro de ellos mismos. De esto solo se saben cuentos. Pero él sabía que eran
verdad, sabía que podía ocurrir que algún día alguien se convirtiera en uno con
su poder. Y él estaría delante para presenciarlo y poder saber cómo conseguirlo
con su propio poder. Así ha sido. Él está delante del mayor suceso que puede
llevar a los caelestes un paso más en la escala de la evolución. Sin embargo la
chica no está perfeccionada, y su poder tampoco. Aún le falta para llegar al
origen, aunque algo es algo. La cosa es, ¿cómo lo consigue él?
—Parece que al final sí que nos
estaba mintiendo.
Suelta a Shander del brazo y el
muchacho cae al suelo de nuevo. Parece que ya no están tan interesados en
matarlo como antes. Son incapaces de apartar la mirada de Lyenna, aunque no
tiene claro si por sorpresa o por miedo. Cuando el pelirrojo vuelve la vista a
la chica parece que su cabello haya sido bañado en plata. Es hermoso, al mismo
tiempo que escalofriante. Nota como la punta de sus dedos está empezando a
congelarse. En ese momento se da cuenta que han dejado de anular su poder y que
puede calentarse otra vez, sin embargo no tiene fuerzas para luchar, apenas
puede sostenerse en pie. Y no quiere que hieran más a Lyenna, ni siquiera sabe
qué va a ocurrir con ella en ese estado. Lo único que sabe y que recuerda son
las palabras de Margot cuando le explicó lo que había sucedido la primera vez. Se
repiten en su cabeza una y otra vez, como si Margot le estuviera susurrando al
oído en ese mismo instante.
No
es bueno que use ese poder. La matará por dentro.
La
matará por dentro.
La
matará.
—¿Qué hacemos? —las voces
asustadas de los tipos le despiertan.
—No me gusta esto. Vámonos.
—Callaos, joder.
El hombre mira fijamente a la
muchacha. Es su obra de arte. Gracias a él la chica ha conseguido despertar ese
poder, parece que era incapaz de hacerlo por sí misma. Todavía no sabrá cómo
controlarlo. Puede que ni siquiera sea consciente de que posee tal poder. El
muchacho parece tan preocupado por su amiga que hasta le produce placer.
—Soltadle —dice de repente el
hombre, causando confusión en los presentes allí.
—¿Qué?
—¿Estáis sordos?
Uno de ellos corta las ataduras
de las muñecas de Shander, aunque de poco va a servir si no puede andar por
culpa del tobillo roto. El hombre levanta al chico por la fuerza para que se
quede de pie.
—Camina. Tú —le dice a uno de los
tipos— acompáñalo.
—Ni de coña.
—He dicho que lo acompañes.
—No pienso acercarme a esa —mira
a Lyenna y traga saliva— a esa cosa.
Aprieta la mandíbula, intentando
no perder la paciencia. El tipo empieza a moverse contra su propia voluntad
hacia delante. El Oudeteron se aleja unos pasos del grupo, no le gusta cómo
están marchando las cosas. Se da media vuelta para salir corriendo, pero antes
de dar siquiera un paso, algo traspasa su cabeza y cae al suelo, muerto. Cuando
los otros tres miran hacia la chica no ven nada sospechoso, pero es evidente
que le ha matado ella.
—Genial —dice el jefe, casi con
un tono molesto.
—Joder, joder, joder.
—¿Quieres cerrar la boca? Estoy
intentando pensar.
—¿Pensar? Yo lo que quiero es largarme
de aquí.
—Está bien, vete.
Se queda totalmente confuso, no
sabe si va en serio o tan solo es una broma, pero nota como ha recuperado el
control de su cuerpo. Echa un último vistazo a la chica y se da media vuelta.
Shander y el hombre notan como una pequeña ráfaga de aire helado pasa entre
ambos. Cuando miran hacia atrás el tipo tiene el mismo agujero en su cabeza. La
sangre empieza a salir de su cabeza, al tiempo que se forma una fina capa de
escarcha alrededor de la herida.
—Vaya, vaya. Creo que tengo un
pequeño problema aquí.
Shander ni siquiera le hace caso.
No sabe si Lyenna está siendo consciente de lo que está haciendo o si el poder
va más allá de su control. Sea cual sea la respuesta, no le gusta ninguna de
las dos. No sabe qué puede hacer. Nadie lo sabe. En ese instante, Lyenna
empieza a desvanecerse ante los propios ojos de los dos hombres. Más bien
empieza a evaporarse. La chica los envuelve en una pequeña ventisca y se vuelve
casi como una imagen difusa, un espejismo. Shander la pierde de vista de
repente, en tan solo un parpadeo desaparece de su posición. En dos parpadeos
aparece a su izquierda. En cuatro parpadeos a su derecha. Cuando los hombres se
quieren dar cuenta diferentes Lyennas que se multiplican y desaparecen
constantemente les rodean. Las figuras de la chica no se quedan fijas en un
sitio por más de un par de segundos. El pelirrojo se mira las manos, están
empezando a congelarse lentamente. Y a pesar de que está usando su poder para
calentarse, no está sirviendo de nada. Sobre todo cuando ve que la punta de sus
dedos está empezando a ponerse morado. El otro tipo, por el contrario, parece
estar disfrutando al máximo la escena.
—¡Lyenna, escúchame! —Shander no
sabe dónde mirar ni a cual de todas ellas dirigirse—. ¡Tienes que parar esto!
—¿No consigues coger calor? —le
pregunta el tipo entre risas.
En el momento en el que Shander
le mira, el hombre recibe un golpe tan fuerte en el estómago que se doble sobre
sí y cae al suelo de rodillas, intentando no vomitar. Un pequeño golpe de aire
helado se acerca por su izquierda y le golpea la cara con fuerza, haciendo que
choque contra el propio Shander. El muchacho se lo quita de encima todo lo
rápido que puede, no tiene demasiado claro en qué está pensando Lyenna. Si es
que está pensado por sí misma. El hombre
empieza a girar en el suelo, consiguiendo esquivar algunos de los golpes de
viento. Shander no sabe cómo consigue evitar algo así, como si estuviera
prediciendo los ataques de la chica. Seguramente esté teniendo suerte. Sí,
porque justo entonces un golpe de viento se mueve entre sus piernas y lo vuelve
a tirar al suelo tras haberse incorporado segundos atrás. Como si alguien le
hubiera cogido de los tobillos, empieza a ser arrastrado por el suelo y es
lanzado por los aires, llegando a chocar contra un árbol. Shander casi puede
notar el crujir de su columna sobre él mismo. Durante unos segundos parece que
el hombre pierde el conocimiento y es incapaz de mover un solo músculo. La
chica se aparece delante de Shander y el chico se queda helado (aunque eso ya
lo estaba).
—¿Lyenna? —traga saliva, casi
notando como ésta se congela en su paso por la garganta.
Entre el frio que está pasando y
el dolor de todo su cuerpo, apenas nota ya nada. La chica le mira de esa
manera, como si le estuviera mirando por encima del hombro. Como si tan solo
viera al chico como un ser inferior. Sin embargo, Shander ve un resquicio de su
Lyenna en el ojo que todavía no está bajo una capa de hielo, aunque su pupila
es tan diminuta que apenas se puede apreciar. El ojo tan solo está inundado por
el color azul de ellos. La muchacha no responde, tan solo respira y el vaho
sale por su nariz. Parece tan furiosa que Shander tiene miedo incluso de
parpadear. Tirado en el suelo, con sus piernas casi dormidas al completo,
estira poco a poco una mano hacia la chica, pero unos pinchos salen disparados
del suelo, apunto de atravesar su mano. Lyenna (¿Lyenna?) se acerca hacia el
muchacho, estirando esta vez ella su mano hacia su cara. Shander se queda
totalmente quieto. Al fin y al cabo, no puede escapar. Su corazón se acelera
conforme la mano helada se acerca hacia él. Pero se detiene cuando Lyenna
escucha toser al otro tipo, parece que ha conseguido recuperarse después del
golpe en la columna. Parece que se vaya ahogar con su propia tos. La chica se
incorpora y moviendo sus dedos rápidamente, hace que la nieve arrastre al
hombre hasta ella y lo deje flotando en el aire a su altura. Lyenna se gira
para mirar al hombre, el cual parece que ya no se está divirtiendo tanto como
antes.
—¿Por qué no le dices a tu amiga
que me suelte?
Shander le mira sin responder.
Si, como él hizo con ella cuando Shander le pidió que la dejaran tranquila. Es
incapaz de sentir pena por él, sería como insultar a Lyenna. La nieve empieza a
girar alrededor de sus extremidades, empezando a congelarlas poco a poco, como
si buscara su sufrimiento. Por el rostro de la chica, Shander puede jurar que
la chica busca algo más que una simple venganza que deje heridas en el cuerpo
del hombre. Quiere torturarlo, quiere hacerle gritar y que suplique que se
detenga. Y Shander no puede permitir eso. No puede permitirlo porque esa no es
Lyenna. A la Lyenna que él conoce le gusta pelear de manera justa, por muy
cabrón que sea el oponente. Ella jamás clavaría una espada a alguien que le da
la espalda. Básicamente porque no le gustaría que le hicieran lo mismo a ella. A
simple vista no parece gran cosa, pero por las caras que está poniendo el
hombre, Shander está seguro que el hielo le está atacando por dentro del
cuerpo.
Las manos de la chica se
convierten en afiladas garras que se dirigen justo al centro del pecho del
hombre. Shander está totalmente desarmado de ideas. Sin embargo no está
desarmado de poder. Sin pensarlo dos veces, cuando la chica se lanza contra el
tipo, le lanza una bola de fuego que choca contra su rostro, consiguiendo que
se detenga. El humo se eleva hacia arriba, impidiendo que Shander pueda ver con
claridad el rostro de la chica. Traga saliva. Traga saliva. El corazón
acelerado de Shander apenas le deja escuchar sus propios sentimientos. Tiene náuseas,
siente que se le va salir por la boca de un momento a otro. Cuando el humo se
disipa la chica se gira y mira a Shander. Quizás debería sentir miedo de
Lyenna, debería estar temblando e intentando salvar su pellejo. Pero no lo
hace, porque no está asustado. Estamos hablando de Lyenna. Por muy
descontrolada que esté en este momento, aunque haya matado a dos hombres y
estuviera a punto de hacerlo con uno tercero. Aunque ahora le mire con ambos
ojos cubiertos por el hielo y esté empezando a echar vapor como si fuera a
explotar de un momento a otro. No le aparta la mirada, la desafía sin ni
siquiera quererlo.
Te odio no sé si más que en el principio.
ResponderEliminar¿Qué cojones se le pasa por la cabeza a Shander, de verdad?
Parece que no piensa y tengo un poco de miedete en este intante por ver qué vas a hacer.
Espero que mañana me expliques con calma qué se te ha pasado por la cabeza y que cuando acabes los exámenes escribas hasta que se te gasten los dedos.
Te odio,pero con amor.