17.6.14

Último aliento (II)

El cuchillo se desliza despacio hacia el interior del pecho de la muchacha, la cual al principio apenas parece notarlo. Sus ojos poco a poco transmiten el miedo y el dolor que está atravesando su pecho. Su cuerpo convulsiona, en busca de algo de aire que cuando apenas entra, sale corriendo. Sus piernas se agitan tras el hombre, pero Lyenna apenas tiene fuerzas para seguir luchando contra el dolor. Apenas tiene fuerzas para seguir viviendo. El hombre hace fuerza en el pecho de la chica para dejar el cuchillo bien colocado. La sangre empieza a salpicarle en la cara y las manos, pero no le hace ascos. Lyenna consigue girar su cabeza en la dirección de Shander pero rápidamente su agresor toma su rostro y la obliga a que le mire. Sus manos siguen puestas sobre la zona en la que ha clavado el cuchillo, como si temiera que saliera disparado. Al clavarle el arma se ha dado cuenta que el cuerpo de la chica estaba demasiado duro, aunque tampoco le da mayor importancia. Habrán sido imaginaciones suyas. A los pocos segundos, el cuerpo de Lyenna deja de moverse y el hombre la mira como si estuviera admirando una obra de arte. La suya.
Se limpia las manos de sangre en la ropa de la chica y se vuelve a levantar, en dirección al segundo prisionero. El muchacho no para de agitarse en el suelo, lleva gritando tanto tiempo que ya casi no puede escucharle.  

—¡Lyenna! —Los otros dos tipos están teniendo complicaciones para sujetar al Ignis— ¡Lyenna!

El hombre camina con parsimonia hasta su posición. Parece que neutralizar el poder del muchacho no es suficiente para tenerlo controlado. Se ha vuelto loco. Primero llama a la chica y después suelta un par de insultos, y vuelta a empezar. Shander nota como a cada grito la garganta se le desgarra, como si le estuvieran arrancando la piel tira a tira. Sus pies patalean con tanta fuerza que de vez en cuando consigue golpear a los tipos que se encargan de él. Durante uno segundos, su cuerpo de repente empieza a echar humo y al poco tiempo entra en llamas que a punto están de quemar a los otros dos.

—¡Joder, neutralízale mejor!
—¡Qué te crees que estoy haciendo! —se echa sobre la espalda de Shander y se vuelve a apagar el fuego—. ¡Por qué no lo haces tú, sin tan fácil te parece!
—¡Ese es tú trabajo, imbécil!
—¡Si, y el tuyo es dar por culo!

Cuando el hombre se acerca a sus dos cómplices, éstos tragan saliva casi al mismo tiempo y se callan de golpe. Pero ignora las disputas de matrimonio de esos dos y se agacha para poder hablar con el muchacho. Cuando ve sus ojos húmedos un cosquilleo le recorre el estómago.     

—Tranquilo, tu amiguita ya está durmiendo. No está sufriendo.
—¡Hijo de puta! —El hombre chasquea la lengua. Menudos modales tienen los jóvenes hoy en día.
—No deberías hablar así a las personas que tiene tu vida en sus manos, ¿no crees?
—¡Juro que te mato!, ¡desgraciado!
—Bueno, parece que no vamos a poder razonar con él.

Sus secuaces sonríen divertidos, pero su diversión se acaba pronto cuando de vez en cuando el pelo de Shander empieza a arder de manera intermitente. El jefe mira al Oudeteron, enfurecido. El otro tipo tiene razón, se supone que su trabajo es anular el poder del Ignis.

—No sé qué demonios pasa —dice asustado por la mirada de su superior.

El hombre se queda pensativo unos segundos, admirando los ojos llenos de odio del muchacho. Esa tipo de mirada tan preciosa, que parece que pueda matar a alguien con tan solo mirarle.
—Me gustaría saber cómo lo has hecho, pero desgraciadamente tengo que matarte aquí mismo.
Estira de nuevo el brazo, hacia donde Lyenna está tirada. Pasan los segundos y nada pasa. Nada se acerca a su mano. Levanta la mirada del Ignis y mira hacia la chica muerta. Vuelve a concentrarse para que el cuchillo se mueva hacia él. Nada. Se incorpora del suelo y se queda quieto unos segundos, todavía esperando a que el arma salga del cuerpo de la chica. Uno de sus cómplices se saca otro cuchillo, pero no lo acepta. Los dos tipos se dan cuenta que su jefe se ha puesto serio. Demasiado.
El hombre empieza a caminar hacia la muchacha con paso tranquilo y casi cauteloso, mientras de fondo siguen los insultos de Shander para que no se acerque a ella. Lo único que consiguen es que le sigan pegando para que se calle, aunque de nada sirve. Cuando llega a la chica, la mira sin agacharse. Está con los ojos entreabiertos, vacíos de cualquier rastro de vida. La observa de arriba abajo con cautela. Estira su mano hacia delante para que de nuevo esperara que el cuchillo vuele hasta él. Sigue sin surtir efecto, aunque se da cuenta que el arma tiembla en el interior de la chica. Se agacha y toma el cuchillo con una mano. Estira un par de veces, coloca un pie en el cuerpo inerte para sujetarlo y seguir estirando.

—¡No la toques!

La paciencia del hombre llega a su límite y la garganta de Shander empieza a ser estrangulada por la nada. No hay nada en su cuello, pero el chico puede sentir como si alguien le estuviera rodeando el cuello con ambas manos y estuviera apretando. Justo en el momento en el que cree que va a perder la consciencia, la presión desaparece.

—¿Qué ocurre? —Pregunta uno de ellos, notando extraño a su jefe.
—No lo sé —susurra. Ninguno le oye.

El hombre se levanta y se marcha sin el cuchillo. No sabe qué demonios pasa, pero seguramente sea que el cuchillo se ha quedado enganchado en alguna costilla. Seguramente cuando se lo clavó la chica intentó congelarse por dentro para no salir herida, pero no le funcionó. Aunque ahora el cuchillo no sale de su sitio. Odia no entender por qué pasan las cosas, pero no puede estar todo el día con esos niñatos. Tiene cosas mejores que hacer. Clava su mirada en el Ignis, quiere acabar con él de un golpe y marcharse de ese lugar. Están en zona del ejército y nunca se sabe cuándo pueden aparecer. Se queda de pie y le pide a uno de los otros que le deje un cuchillo. Nada. Tampoco recibe un cuchillo. Suspira con fuerza, a punto de ahorcar a su propio compañero. Cuando levanta la vista, los tres, incluyendo a Shander, están con los ojos abiertos mirando tras él.

—¿Se puede saber qué cojones pasa?

No necesita que nadie le responda cuando un cosquilleo recorre su espalda de arriba abajo. Ni siquiera necesita girarse para saber qué es lo que está pasando. Pero lo hace, se gira con tranquilidad, deseando ver el mayor espectáculo de su vida. Era imposible que fuera tan fácil, sobre todo después de los rumores que le habían llevado hasta ella. Hasta Lyenna.
Cuando se gira, el cuerpo de la chica sigue en el suelo, ni siquiera se ha movido. Sin embargo parece que el propio cuerpo esté desprendiendo todo el vaho y el frio que se está apoderando del lugar. El hombre se pone de cuclillas sin apartar la vista de la chica.

—¿Qué le pasa a tu amiga?

Mira al chico unos segundos cuando no responde, y por su gesto puede intuir que él tampoco lo sabe. O puede que sí. Más que sorpresa, lo que su rostro transmite es preocupación. Quizás sepa lo que ocurre pero nunca antes lo hubiera visto. Sea como fuere, las cosas parecen ponerse interesantes. Da un paso y el suelo cruje bajo sus botas. Escarcha. Es tan gratificante comprobar que los rumores eran algo más que rumores. Da otro paso y la chica se empieza a incorporar del suelo con ayuda de hielo que nace del suelo. Sin embargo, ella parece que sigue inconsciente. Se queda de pie y la sangre que se había acumulado en su boca empieza a caer hacia el suelo, empapando toda su barbilla.

—Intenta anularla.
—Ya lo he intentado —dice el Oudeteron casi con su voz temblando.

Bien.
Cuando da otro paso hacia delante unos pinchos bien afilados nacen del suelo con intención de clavarse en su cuerpo. Sonríe satisfecho. Prefiere no hacer nada, al menos por ahora. Quiere entender mejor qué es lo que ocurre, quiere saber qué va a pasar con la chica.

—Llámala —le dice al Ignis con voz tranquila, pero el muchacho parece en shock— llama a tu amiga.

El hombre se desespera cuando ve que el muchacho sigue sin reaccionar. Antes no cerraba la boca ni un segundo y ahora parece que ha perdido el habla. Toma al muchacho con brusquedad por su cuello y lo pone de pie. Al principio apenas puede sostenerse, se había olvidado que le habían roto un tobillo. Lo sujeta con fuerza de un brazo para que no caiga al suelo de nuevo. Shander traga saliva un par de veces. Es tal y como le había contado Margot. Pero peor de lo que esperaba.

—Lyenna —la chica parece que sigue muerta a pesar de estar de pie.
—Más alto —dice el hombre, haciendo más presión en su brazo.
—Lyenna.

La chica reacciona incluso antes de que termine de decir su nombre. Los cuatro se sorprenden. Los ojos de la chica poco a poco se abren por completo y Shander puede notar como parecen tener vida de nuevo. Aunque realmente no sabe qué pensar de esa situación. Ambos jóvenes se miran, parece que estén teniendo una conversación.

De repente, la temperatura alrededor de la muchacha empieza a descender de manera vertiginosa. El hielo empieza a formarse en suelo y árboles, consiguiendo que el frio cale en los huesos de los hombres. Incluso dentro del Ignis. Cuando respiran, el vaho empieza a salir de sus bocas. Poco después, el hielo empieza a salir del propio cuerpo de la chica. Sale de las heridas que recorren todo su cuerpo. La herida central de su pecho empieza a sangrar cuando el hielo empuja el cuchillo hacia afuera, pero enseguida se congela como las demás. La chica empieza a cubrirse por completo de hielo. La mitad de su rostro queda bajo una capa de hielo que también busca cerrar sus heridas. Shander nota como sus ojos cambian levemente de color. Parecen más brillantes, no sabe si son blancos o azules, pero no son sus ojos. Parece que transmitan frio. Literalmente. 

1 comentario:

  1. Cabrona, así, con amor.
    Me jodió la otra parte pero casi que me jode más esta. Me has hecho sentir frío y en parte vienem uy bien para la temperatura que hay.
    Quiero más.

    ResponderEliminar