El cuchillo se desliza despacio
hacia el interior del pecho de la muchacha, la cual al principio apenas parece
notarlo. Sus ojos poco a poco transmiten el miedo y el dolor que está
atravesando su pecho. Su cuerpo convulsiona, en busca de algo de aire que
cuando apenas entra, sale corriendo. Sus piernas se agitan tras el hombre, pero
Lyenna apenas tiene fuerzas para seguir luchando contra el dolor. Apenas tiene
fuerzas para seguir viviendo. El hombre hace fuerza en el pecho de la chica
para dejar el cuchillo bien colocado. La sangre empieza a salpicarle en la cara
y las manos, pero no le hace ascos. Lyenna consigue girar su cabeza en la
dirección de Shander pero rápidamente su agresor toma su rostro y la obliga a
que le mire. Sus manos siguen puestas sobre la zona en la que ha clavado el cuchillo,
como si temiera que saliera disparado. Al clavarle el arma se ha dado cuenta
que el cuerpo de la chica estaba demasiado duro, aunque tampoco le da mayor
importancia. Habrán sido imaginaciones suyas. A los pocos segundos, el cuerpo
de Lyenna deja de moverse y el hombre la mira como si estuviera admirando una
obra de arte. La suya.
Se limpia las manos de sangre en
la ropa de la chica y se vuelve a levantar, en dirección al segundo prisionero.
El muchacho no para de agitarse en el suelo, lleva gritando tanto tiempo que ya
casi no puede escucharle.
—¡Lyenna! —Los otros dos tipos
están teniendo complicaciones para sujetar al Ignis— ¡Lyenna!
El hombre camina con parsimonia
hasta su posición. Parece que neutralizar el poder del muchacho no es
suficiente para tenerlo controlado. Se ha vuelto loco. Primero llama a la chica
y después suelta un par de insultos, y vuelta a empezar. Shander nota como a
cada grito la garganta se le desgarra, como si le estuvieran arrancando la piel
tira a tira. Sus pies patalean con tanta fuerza que de vez en cuando consigue
golpear a los tipos que se encargan de él. Durante uno segundos, su cuerpo de
repente empieza a echar humo y al poco tiempo entra en llamas que a punto están
de quemar a los otros dos.
—¡Joder, neutralízale mejor!
—¡Qué te crees que estoy
haciendo! —se echa sobre la espalda de Shander y se vuelve a apagar el fuego—. ¡Por
qué no lo haces tú, sin tan fácil te parece!
—¡Ese es tú trabajo, imbécil!
—¡Si, y el tuyo es dar por culo!
Cuando el hombre se acerca a sus
dos cómplices, éstos tragan saliva casi al mismo tiempo y se callan de golpe. Pero
ignora las disputas de matrimonio de esos dos y se agacha para poder hablar con
el muchacho. Cuando ve sus ojos húmedos un cosquilleo le recorre el estómago.
—Tranquilo, tu amiguita ya está
durmiendo. No está sufriendo.
—¡Hijo de puta! —El hombre
chasquea la lengua. Menudos modales tienen los jóvenes hoy en día.
—No deberías hablar así a las
personas que tiene tu vida en sus manos, ¿no crees?
—¡Juro que te mato!,
¡desgraciado!
—Bueno, parece que no vamos a
poder razonar con él.
Sus secuaces sonríen divertidos,
pero su diversión se acaba pronto cuando de vez en cuando el pelo de Shander
empieza a arder de manera intermitente. El jefe mira al Oudeteron, enfurecido.
El otro tipo tiene razón, se supone que su trabajo es anular el poder del
Ignis.
—No sé qué demonios pasa —dice
asustado por la mirada de su superior.
El hombre se queda pensativo unos
segundos, admirando los ojos llenos de odio del muchacho. Esa tipo de mirada
tan preciosa, que parece que pueda matar a alguien con tan solo mirarle.
—Me gustaría saber cómo lo has
hecho, pero desgraciadamente tengo que matarte aquí mismo.
Estira de nuevo el brazo, hacia
donde Lyenna está tirada. Pasan los segundos y nada pasa. Nada se acerca a su
mano. Levanta la mirada del Ignis y mira hacia la chica muerta. Vuelve a
concentrarse para que el cuchillo se mueva hacia él. Nada. Se incorpora del
suelo y se queda quieto unos segundos, todavía esperando a que el arma salga
del cuerpo de la chica. Uno de sus cómplices se saca otro cuchillo, pero no lo
acepta. Los dos tipos se dan cuenta que su jefe se ha puesto serio. Demasiado.
El hombre empieza a caminar hacia
la muchacha con paso tranquilo y casi cauteloso, mientras de fondo siguen los
insultos de Shander para que no se acerque a ella. Lo único que consiguen es
que le sigan pegando para que se calle, aunque de nada sirve. Cuando llega a la
chica, la mira sin agacharse. Está con los ojos entreabiertos, vacíos de
cualquier rastro de vida. La observa de arriba abajo con cautela. Estira su
mano hacia delante para que de nuevo esperara que el cuchillo vuele hasta él.
Sigue sin surtir efecto, aunque se da cuenta que el arma tiembla en el interior
de la chica. Se agacha y toma el cuchillo con una mano. Estira un par de veces,
coloca un pie en el cuerpo inerte para sujetarlo y seguir estirando.
—¡No la toques!
La paciencia del hombre llega a
su límite y la garganta de Shander empieza a ser estrangulada por la nada. No
hay nada en su cuello, pero el chico puede sentir como si alguien le estuviera
rodeando el cuello con ambas manos y estuviera apretando. Justo en el momento
en el que cree que va a perder la consciencia, la presión desaparece.
—¿Qué ocurre? —Pregunta uno de
ellos, notando extraño a su jefe.
—No lo sé —susurra. Ninguno le
oye.
El hombre se levanta y se marcha
sin el cuchillo. No sabe qué demonios pasa, pero seguramente sea que el
cuchillo se ha quedado enganchado en alguna costilla. Seguramente cuando se lo
clavó la chica intentó congelarse por dentro para no salir herida, pero no le
funcionó. Aunque ahora el cuchillo no sale de su sitio. Odia no entender por qué
pasan las cosas, pero no puede estar todo el día con esos niñatos. Tiene cosas
mejores que hacer. Clava su mirada en el Ignis, quiere acabar con él de un
golpe y marcharse de ese lugar. Están en zona del ejército y nunca se sabe cuándo
pueden aparecer. Se queda de pie y le pide a uno de los otros que le deje un
cuchillo. Nada. Tampoco recibe un cuchillo. Suspira con fuerza, a punto de
ahorcar a su propio compañero. Cuando levanta la vista, los tres, incluyendo a
Shander, están con los ojos abiertos mirando tras él.
—¿Se puede saber qué cojones
pasa?
No necesita que nadie le responda
cuando un cosquilleo recorre su espalda de arriba abajo. Ni siquiera necesita
girarse para saber qué es lo que está pasando. Pero lo hace, se gira con
tranquilidad, deseando ver el mayor espectáculo de su vida. Era imposible que
fuera tan fácil, sobre todo después de los rumores que le habían llevado hasta
ella. Hasta Lyenna.
Cuando se gira, el cuerpo de la
chica sigue en el suelo, ni siquiera se ha movido. Sin embargo parece que el
propio cuerpo esté desprendiendo todo el vaho y el frio que se está apoderando
del lugar. El hombre se pone de cuclillas sin apartar la vista de la chica.
—¿Qué le pasa a tu amiga?
Mira al chico unos segundos
cuando no responde, y por su gesto puede intuir que él tampoco lo sabe. O puede
que sí. Más que sorpresa, lo que su rostro transmite es preocupación. Quizás
sepa lo que ocurre pero nunca antes lo hubiera visto. Sea como fuere, las cosas
parecen ponerse interesantes. Da un paso y el suelo cruje bajo sus botas.
Escarcha. Es tan gratificante comprobar que los rumores eran algo más que
rumores. Da otro paso y la chica se empieza a incorporar del suelo con ayuda de
hielo que nace del suelo. Sin embargo, ella parece que sigue inconsciente. Se queda
de pie y la sangre que se había acumulado en su boca empieza a caer hacia el
suelo, empapando toda su barbilla.
—Intenta anularla.
—Ya lo he intentado —dice el
Oudeteron casi con su voz temblando.
Bien.
Cuando da otro paso hacia delante
unos pinchos bien afilados nacen del suelo con intención de clavarse en su
cuerpo. Sonríe satisfecho. Prefiere no hacer nada, al menos por ahora. Quiere entender
mejor qué es lo que ocurre, quiere saber qué va a pasar con la chica.
—Llámala —le dice al Ignis con
voz tranquila, pero el muchacho parece en shock— llama a tu amiga.
El hombre se desespera cuando ve
que el muchacho sigue sin reaccionar. Antes no cerraba la boca ni un segundo y
ahora parece que ha perdido el habla. Toma al muchacho con brusquedad por su
cuello y lo pone de pie. Al principio apenas puede sostenerse, se había
olvidado que le habían roto un tobillo. Lo sujeta con fuerza de un brazo para
que no caiga al suelo de nuevo. Shander traga saliva un par de veces. Es tal y
como le había contado Margot. Pero peor de lo que esperaba.
—Lyenna —la chica parece que
sigue muerta a pesar de estar de pie.
—Más alto —dice el hombre,
haciendo más presión en su brazo.
—Lyenna.
La chica reacciona incluso antes de
que termine de decir su nombre. Los cuatro se sorprenden. Los ojos de la chica
poco a poco se abren por completo y Shander puede notar como parecen tener vida
de nuevo. Aunque realmente no sabe qué pensar de esa situación. Ambos jóvenes
se miran, parece que estén teniendo una conversación.
De repente, la temperatura
alrededor de la muchacha empieza a descender de manera vertiginosa. El hielo
empieza a formarse en suelo y árboles, consiguiendo que el frio cale en los
huesos de los hombres. Incluso dentro del Ignis. Cuando respiran, el vaho
empieza a salir de sus bocas. Poco después, el hielo empieza a salir del propio
cuerpo de la chica. Sale de las heridas que recorren todo su cuerpo. La herida
central de su pecho empieza a sangrar cuando el hielo empuja el cuchillo hacia
afuera, pero enseguida se congela como las demás. La chica empieza a cubrirse
por completo de hielo. La mitad de su rostro queda bajo una capa de hielo que
también busca cerrar sus heridas. Shander nota como sus ojos cambian levemente
de color. Parecen más brillantes, no sabe si son blancos o azules, pero no son
sus ojos. Parece que transmitan frio. Literalmente.
Cabrona, así, con amor.
ResponderEliminarMe jodió la otra parte pero casi que me jode más esta. Me has hecho sentir frío y en parte vienem uy bien para la temperatura que hay.
Quiero más.