15.6.14

Último aliento (I)

Estiran de los brazos del chico hacia atrás y el pelirrojo se retuerce en el suelo, intentando soltarse. No puede, no hay manera. No sale ni una llama de sus manos, como si hubieran echado un cubo de agua sobre su fuego interno. Aunque bueno, eso es en gran parte lo que han hecho, pero tener a alguien más que neutraliza tus poderes y que encima esté sujetándote, no es demasiado bueno. Cada vez que intenta soltarse recibe otra patada en la espalda y vuelve a estirar de sus brazos. Shander siente que en cualquier momento se los van a arrancar y podrán tirarlos al suelo, como simple basura.
Sin embargo, le da igual quedarse sin brazos, le da igual que le corten las piernas, que le roben su propio poder durante unos segundos. Lo único que quiere es que la dejen en paz, que dejen a Lyenna tranquila.

—¡Parad! —Al mismo tiempo que su voz le desgarra la garganta, un puñetazo lo hace con la mejilla de la chica.  
—¡Que te calles, joder! —Patada en la cabeza y cara contra el suelo.
—¿Este tío no aprende o qué?
Déjalo, mejor para nosotros —dice con un tono divertido mientras le sigue pisando al espalda.

Shander se aguanta la rabia apretando sus dientes con fuerza, notando como el polvo del suelo entra por su nariz cada vez que respira. Levanta la vista como puede y lo que ve le es suficiente para recuperar las fuerzas e incorporarse unos centímetros del suelo. Su captor parece que le deja. Le deja que sufra por sí mismo.  
El hombre eleva a Lyenna en el aire. La muchacha apenas se resiste, está prácticamente inconsciente. Lo justo para soltar algún improperio y patalear unos segundos, sin apenas ganas. La suelta y la chica se desploma en el suelo, incapaz de soportar su propio peso. Se intenta incorporar varias veces, pero los brazos le tiemblan tanto que se vuelve a chocar contra el suelo. La sangre no deja de brotar de sus heridas, y cada vez que las cierra con hielo, el hombre las vuelve a abrir, haciéndolas todavía más profundas. La boca le sabe tanto a metal que le dan arcadas, cuando intenta tragar saliva solo traga sangre. Nota algunos de sus dientes a punto de desprenderse de su boca, y como reciba otro golpe los va a ver salir de su sitio. Entre mechones de cabello, sangre y algo que podría interpretarse como sudor, Lyenna observa a Shander a lo lejos. Parece que también se han entretenido con él a pesar de que ella era el objetivo. El chico mueve sus labios constantemente, ¿le está llamando? Lyenna no oye nada, solo un zumbido irritante dentro de su cabeza.
La chica intenta concentrarse en sus extremidades, les ordena que se muevan, que reaccionen. Lo único que logra es hacer temblar los dedos de una mano. La otra está totalmente dormida. Alguien le da la vuelta golpeándole le estómago. Empieza a toser sin parar por culpa de la sangre, que busca ahogarla a toda costa.

—Podemos estar así todo el día, guapa.

Se sienta sobre las caderas de Lyenna y deja caer todo su peso en ella. Toma su cara y le aprieta las mejillas levemente, obligándole a que le mire. Se agacha y se queda a unos centímetros del rostro de la chica, que parece más viva que muerta. Quizás se haya pasado un poco, como se descuide la mata y no le dice lo que necesitan. De fondo sigue escuchando los lamentos del pelirrojo, pero apenas le hace caso.

—Empecemos otra vez —le da unas palmadas en las mejillas para que no se quede dormida—. ¿Cómo puedo conseguir el origen de mi poder?
—No… —La chica habla intentando no ahogarse con su propia sangre—. No lo sé.

Bofetada.

—¡Para!

El hombre suspira y dirige su mirada hacia la posición de Shander. De repente, los dos captores del chico se ponen tensos y vuelven a tirar al chico al suelo para que se calle. Shander no consigue evitar el grito cuando estiran sus brazos hacia atrás, esta vez a punto de dislocarle los hombros. En ese instante Lyenna agarra el brazo del hombre como puede, llamando su atención.

—Veo que los ambos reaccionáis si el otro recibe daño —el hombre acaricia las mejillas cortadas y sangrientas de la chica, pasando luego sus dedos por el labio inferior—. Que romántico.

Lyenna desea con todas sus fuerzas levantarse y desquitarse con su cara, pero no puedo. Ni siquiera tiene fuerzas para insultarle. Siente que de un momento a otro se va a desmayar, y teme lo que pueda encontrarse al despertar. Si es que vuelve a despertar.
El hombre se deshace de la mano de Lyenna sin apenas darse cuenta y levanta una mano en dirección a sus dos compañeros. Un cuchillo sale del pantalón de uno de ellos y llega hasta su mano. Cuando Shander ve el arma, los dos tipos tienen que actuar juntos para retenerlo. Por un momento el chico nota el fuego dentro de sí, pero se vuelve a apagar.

—¿Estás seguro? —Pregunta uno de ellos, temiendo que su jefe se moleste.
—No tienen intención de decirnos nada.
—Pero, ¿y si saben algo?
—Bueno, si es así —acaricia el rostro amoratado de la chica con la punta del cuchillo— se lo llevarán a la tumba.


Coloca el cuchillo justo en el centro del pecho de Lyenna y empuja hacia abajo. 

1 comentario:

  1. te odio
    te odio mucho
    te odio mucho
    te odio muchisimo
    Vas a morir entre amargos sufrimientos. Ya me las pagarás.
    ¿Cómo me dejas así?
    Te odio.

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