Sería la continuación de éste.
Mira a la chica desde el fondo de
su habitación, escondido en la oscuridad. Lleva tres días durmiendo, y las
pocas veces que abre los ojos su padre está con ella, intentando que coma algo.
Sabía que Lyenna estaba unida a su padre por todo lo que habían pasado tras su
madre, pero hasta hace unos días no había comprendido la unión tan fuerte que
tenían. Ahora sí que sentía que no pertenecía a esa casa. Aunque siempre ha
tenido a su madre, le hubiera gustado saber cómo habría sido la relación con su
padre. Lo único que sabe de él es por las cosas que le ha contado su madre. A
veces se pone a pensar en él, en su rostro. Ya es casi una mancha borrosa en su
mente. Tampoco recuerda su voz.
No puede evitar pensar en el
momento en el que Rike sacó a su hija del agua helada y la acurrucó entre sus
brazos. Si a Lyenna le pasara algo grave, el hombre movería cielo y tierra para
castigar a los culpables. Y ella haría lo mismo. Anteriormente había visto a
Lyenna en todo tipo de actitudes, incluso llorando (aunque solo fueran unas
pocas lágrimas), pero jamás la había visto tan débil como aquel día. Parecía
que se fuera a desvanecer en cualquier momento. Se sintió tan inútil. Si
hubiera tardado un poco más en llegar a la casa no quiere pensar que habría
pasado.
Se frota la cara con ambas manos.
Creía que lo sabía todo de Lyenna, pero es evidente que no. Al fin y al cabo,
es imposible conocer una persona por completo, por mucho tiempo que estés con
ella. Aunque a Lyenna nunca le ha gustado, y sigue sin gustarle, hablar de sus cosas
con él, la muchacha es un libro abierto. Aunque no se lo ha dicho nunca, no
quiere que se cierre de golpe. Cuando aparta las manos se sobresalta. Lyenna le
está mirando.
—Hola —se acerca hasta la cama de
la muchacha —. ¿Te he despertado?
—No.
La chica se remueve bajo las sábanas
y se incorpora lentamente. Shander hace un pequeño amago de ayudarla, pero
prefiere no hacer nada. Apoya la espalda en la pared y vuelve a cerrar los ojos
durante unos segundos.
—¿Estás bien?
—Si —le mira con una pequeña
sonrisa. No quiere que nadie más se preocupe por ella de manera innecesaria—.
¿Es posible estar cansada de dormir tanto?
El muchacho sonríe bajo la luz
que entra por la ventana. Parece que poco a poco vuelve a ser ella misma. Se sienta
en el suelo y se vuelven a quedar en silencio durante un tiempo. Lyenna gira su
cabeza para poder mirar por la ventana. El cielo está totalmente despejado y se
puede ver la luna a la perfección. Rike le contó una vez que Lyenna había
elegido esa habitación para ella por las vistas que tenía desde la ventana. La
verdad que cualquiera hubiera hecho lo mismo. La calma de la habitación se
rompe cuando las tripas de la muchacha rugen de manera descarada. Ambos contienen sus risas, no
quieren despertar a sus padres. Shander se levanta de su sitio y desaparece por
la puerta, sin hacer apenas ruido. Cuando regresa, trae consigo una bandeja
llena de comida. Bueno, más bien llena de dulces.
—¿Lo ha hecho tu madre? —Pregunta
cuando se traga el trozo de pastel.
—Si. Lo hizo para cuando te
recuperaras.
Lyenna es la única que está
comiendo, y deja la bandeja prácticamente vacía. El muchacho no puede quitarle
los ojos de encima, como si temiera que se pudiera volver a desvanecer en cualquier
momento. Es curioso como las personas que parecen más fuertes, en ocasiones
pueden ser las más débiles. El pelirrojo vuelve a tomar la bandeja de la cama y
la deja en el suelo.
—¿Te había pasado esto antes?
Lo pregunta sin pensar, porque si
lo hace no lo hubiera preguntado. No sabe cómo va a reaccionar la chica, y
entenderá cualquier tipo de respuesta.
—Un par de veces, cuando era
pequeña. Pero lo único que sé es por lo que me ha contado mi padre. No recuerdo
nada.
La
chica habla en un tono en el que no parece darle demasiada importante. Hubiera esperado
que no quisiera hablar de ello, pero es evidente que para ella no es un
problema que se deba ocultar como si fuera un peligro. O algo que lamentar en
su vida.
—No
hemos conseguido ningún tipo de explicación que nos diga por qué me pasa esto.
—¿No
hay antecedentes en tu familia?
—No.
Ni siquiera se conocen otros Aquas a los que les haya pasado —Lyenna se encoge
de hombros—. Tampoco es un drama.
Con
la poca luz que entra, Lyenna puede ver el rostro preocupado del chico. No parece
demasiado contento con que ella no le dé mayor importancia.
—No
pude hacer nada. Lo siento.
Esas
eran las últimas palabras que la chica esperaba oír de él. Casi parece molesta.
Menuda tontería.
—¿Acaso
me dejaste tirada en el suelo?
—No,
pero…
—¿Qué
hiciste?
—Traerte
hasta aquí
—¿Y
te parece poco cargar conmigo?
—Tampoco
pesas tanto. Cualquier lo habría hecho.
—No
—Lyenna le mira sin parpadear—. Fuiste tú
el que lo hizo.
Gracias, joder.
Jo tía, me ha encantado el final. Puede que no pudiera salvarla él, pero sin duda alguna puso los medios necesarios para salvarla, pese a no saber lo que hacer.
ResponderEliminarMe encantan tus relatos, ya lo sabes :)