El
camino hasta el bosque es tan calmada y silencioso que a Shander le da mala
espina. Mira a la chica de reojo de vez en cuando. Parece que no esté ahí con
él. Lyenna camina mirando al suelo mientras patea de vez en cuando alguna
piedra. Algunas personas, que también van a la escuela con ellos, les saludan,
pero la chica ni siquiera les mira. De vez en cuando el muchacho suelta algún
comentario. Pero ya sea gracioso o no, Lyenna no le escucha. Cuando empieza la
pequeña travesía por el desierto, se ponen sus mantos sobre las cabezas y en
esos minutos sí que parece que Shander esté caminando solo. No sabe qué es lo
que está dando tantas vueltas en la cabeza de la chica. Lleva un par de días
rara. Los días después de la prueba contra Shyron. Quizás Lyenna esté molesta
consigo misma, por haber detenido la prueba y no haberle dado su merecido al
tipo. Todavía recuerda cuando entró por la puerta de la casa con un ojo
hinchado, el otro morado y el labio cortado, con restos de sangre por toda la
cara. Esto si no tenemos en cuenta las heridas del resto del cuerpo que Shander
no ha visto.
Esta
vez ni siquiera el frescor del bosque hace que Lyenna vuelva en sí. Dejan sus
pertenencias donde siempre y Shander empieza a mover sus extremidades, entrando
en calor antes de empezar el entrenamiento. Pero desiste cuando Lyenna todavía
está en un mundo aparte. La chica se quita la ropa sobrante y se coloca delante
de él.
—¿Estás
lista?
—Si.
Shander
la mira atento. Obviamente no lo está. ¿Dónde demonios está?
—Creo
que deberíamos desnudarnos.
—Si
—Así
acostumbramos mejor a nuestros cuerpos a las heridas.
—Vale.
Shander
suspira.
—También
podemos enrollarnos, aprovechando.
A
Shander se le acelera el corazón con sus propias palabras, pero Lyenna ni
siquiera le ha escuchado. ¿Sabrá siquiera que está ahí con ella?
—¡Lyenna!
—Se
acerca unos pasos a la chica y chasquea los dedos delante de su cara.
—¿Qué
haces?
—Bien.
Por un momento creí que estabas muerta o algo —la chica le mira confundida sin
decir nada—. ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas muy rara unos días.
—No
estoy rara.
—Entonces
has escuchado lo que te he propuesto hace un minuto.
—Claro.
Shander
le mira. Ni le va a conseguir engañar a él ni a ella misma. Los días anteriores
no quiso decirle nada, porque imaginaba que todo era a causa del
enfrentamiento, pero esto ya es demasiado. El muchacho se cruza de brazos y
Lyenna sabe que no tiene intención ninguna de moverse o decir nada hasta que le
dé una explicación que le deje satisfecho. Lyenna suspira con fuerza y se
sienta en las raíces que sobresalen del suelo. Se tapa el rosto con las manos
un momento y se prepara para hablar, sin mira a Shander directamente.
—El
otro día, en la escuela, Shyron me dio otra carta.
Shander
se pone tenso. Al final sí que tenía que ver con ese idiota, no hace más que
causarle problemas a Lyenna. Descruza los brazos y se acerca a la muchacha.
Ahora se siente mal por haberla presionado a que le diga que le ocurre. Si
recibió la carta en al escuela, seguramente su padre tampoco sepa nada todavía.
Quizás él sea el que menos preparado esté para saberlo.
—¿Para
otra prueba?
—Algo
así. Pero no.
El
chico frunce el ceño y quiere preguntarle qué es lo que quiere decir, pero en
ese momento la chica se pone a buscar algo en su mochila. Lyenna saca un papel
doblado y totalmente arrugado y lo despliega, entregándoselo al chico. Parece
que la chica la tomó con el papel cuando lo recibió. Shander empieza a leer las
palabras medio borradas del documento, intentando asimilar lo que se propone en
él.
—¿Un
campamento especial de entrenamiento?
Lyenna
no dice nada. Esa no es la parte que ha estado dando vueltas en la cabeza de la
chica durante días. Shander todavía no ha llegado a la parte que la chica
quiere. Pero cuando levanta la cabeza y ve el rostro del chico, sabe que ha
terminado de leer el papel. Ambos se miran, pero enseguida Shander relee las
últimas frases.
—¿Un
año entero? —Normal que la muchacha estuviera ausente—. Eso es… mucho tiempo.
—¿Tú
crees?
Shander
le devuelve el papel y la chica lo vuelve a doblar incluso más que antes. Como
si no quisiera que las palabras salieran de su sitio, como si no quisiera que
existieran y no le estuvieran comiendo la cabeza día sí y día también.
—¿Qué
es lo que te preocupa?
—¿Qué
quieres decir?
—Bueno,
es evidente que quieres ir.
Lyenna
abre la boca e intenta llevarle la contraria, pero es incapaz de hacerlo. Esa
una oportunidad única, ahora mismo es justo lo que necesita.
—Si
dejamos de lado que es estar fuera de casa un año y que la invitación es de los
que me obligaron a hacer la prueba contra Shyron, parece todo un lujo.
—¿Te
preocupa que la invitación sea de ellos?
—¿A
ti no?
Si.
Y bastante. Pero no puede decírselo, porque sabe que quiere ir. Lo sabe tan
bien como ella. Incluso más, porque Lyenna intenta convencerse a sí misma de
que no está bien. Los dos saben que es una manera de prepararla todavía mejor y
conseguir que acabe entrando al ejército, que es lo que ellos están deseando. Si no la quisieran, no habría recibido
ninguna de las dos cartas. Parece que esta vez lo pensaron mejor al entregarle
la carta solo a ella, sin que su padre estuviera presente. Y sabían perfectamente
que Lyenna no le diría nada a su padre, al menos durante un tiempo.
—¿Cuándo
vas a decírselo a tu padre?
—No
sé si voy a ir.
—Y
qué. Se lo tienes que decir de igual modo.
—¿Por
qué?
—Pues
porque si no vas, podrán suponer que no se lo has dicho a tu padre, y serán
capaces de usar algo tan sencillo como eso para seguir jodiéndote hasta que
consigan lo que quieran.
—¿Me
estás diciendo que tanto si voy como si no, son ellos los que salen ganando?
Shander
no le dice nada. Los dos saben las respuestas de todas las preguntas que tiene Lyenna
en su cabeza. En algún momento, ambos maldicen el día que empezaron a entrenar
entre ellos dos. Lyenna maldice el día que se peleó con esa estúpida Ignis y
Shander maldice no poder hacer nada con todo lo que le está pasando.
—No
entiendo cómo pueden obligar a la gente a que se una al ejército. Es peligroso
para ellos mismos.
—Hasta
el momento nadie se ha levantado en contra.
—Bueno,
yo podría ser la primera.
—Sí,
estaría bien.
Pero
ninguno de los dos tiene demasiadas ganas para tratar eso como una broma.
—Tú
no quieres entrar al ejército.
—Claro
que no.
—Entonces
debes ir al campamento.
El
rostro de Lyenna va más allá del desconcierto.
—Eso
es un poco contradictorio.
—No.
Te aprovechas de esta oportunidad. Les haces creer que lo que ellos quieran. No
la toman con tu padre. Y cuando termines vuelves a rechazarles.
—A
lo largo del día dices muchas estupideces —la chica se levanta de su sitio y
estira el cuerpo— pero esta se lleva la palma.
—Precisamente
por eso ahora mismo le estás dando vueltas.
Realmente
odia que Shander le conozca tan bien. No sabe cómo demonios lo hace. Shander sonríe
con el gesto de la chica. Ese ese gesto que ahora usa con tanta frecuencia de “vale,
llevas razón pero déjame en paz porque no lo pienso admitir”. Ambos empiezan a
colocarse en las posiciones de siempre cuando su entrenamiento va a comenzar.
—Por
cierto —Shander la mira mientras estira los brazos detrás de su espalda— ¿qué
era eso que me habías propuesto?
—Algún
día te lo diré.
—Me
lo podrías decir ahora.
—No
quiero desconcentrarte.
Lyenna
no entiende de qué se ríe el muchacho.
Gracias que terminas de un modo tan ameno porque casi me matas con toda la seriedad del relato.
ResponderEliminarTengo dudas sobre quiénes son "ellos" pero la verdad es que me ha gustado en general. Además me da rabia, porque me pongo a leer esto y me espero saber más sobre el mundo en general y la historia entera, y en el foro y... Tengo exámenes, ¿sabes?
Pues eso, que me ha gustado, como siempre, aunque me dejas con dudas y con ganas de más. Tus relatos siempre me saben a poco ;)
Quiero -necesito!- saber la propuesta casi tanto como Shander.
ResponderEliminarY adoro lo deliciosamente bien que conoce a Lyenna.
GENIAL
Besos grises