Cuando
Niles se levanta, el apartamento está vacío, sin rastro de la chica. Se restriega
los ojos con las manos, intentando acomodarse a la luz de la mañana. No sabe qué
hora es, hace días que anda totalmente desorientado. Se acerca a la cocina para
poder desayunar mientras se peina el pelo con una de sus manos. El pelo negro
parece que se sigue revolviendo él solo cuando aparta su mano, intentando
acomodarse sobre la cabeza el muchacho. Se acomoda sobre uno de los taburetes
una vez que se ha preparado el café y toma el primer sorbo. Se da cuenta que le
falta algo, por lo que empieza a buscar en los bolsillos de sus pantalones,
pero el tabaco no está en ellos. Busca por la encimera, donde suele olvidar los
paquetes. Pero nada. Se da por vencido, está demasiado cansado. Prefiere tomarse
el café que todavía está caliente. Ya buscará el tabaco.
Casi
un par de horas después la puerta se abre y Blay entra. La muchacha da pequeños
saltos del frio que trae. Se quita el gorro de lana y se agita la nieve que hay
sobre los sus hombros. Niles la observa desde el pequeño salón y ve como coloca
un barreño debajo del abrigo una vez que lo ha dejado en el perchero. El muchacho
ni siquiera sabía que estaba nevando fuera. Lleva demasiado tiempo absorto en
los libros que Ahaziah le ha dejado. Blay se frota las manos y se echa un poco
de café caliente en una taza. Se acerca a Niles y se siente junto a él.
—¿Dónde
estabas? —Pregunta el muchacho de manera despreocupada, volviendo a su lectura.
—Fui
a por esto.
La
chica le entrega una cajita cerrada con un delicado lazo de seda. Cruza sus
piernas sobre el sofá y aferra sus manos a la taza, buscando todo el calor
posible. Niles mira la caja sin saber qué es ni a qué viene eso. La chica le
mira, pero acaba poniendo los ojos en blanco cuando ve que el muchacho no abre
el paquete.
—No
te hagas de rogar, anda.
Le
quita el libro de las manos y le da la caja. Niles desata el lazo con cuidado y
abre la caja. Al principio se queda un poco extrañado, pues no consigue saber
qué es el objeto de la caja, pero entonces se da cuenta. Saca la pitillera
metálica y la abre. Está llena de cigarrillos.
—¿Te
gusta? No estaba segura si ese color te podría gustar, pero era la más bonita —Blay
parece nerviosa, ansiosa por saber qué piensa el chico —¿Te gusta?
Niles
sonríe al ver que la chica le ha preguntado lo mismo dos veces.
—Blay,
¿por qué me has comprado esto?
—De
nada —como si no le hubiera escuchado.
—No
quiero regalos.
—Es
la primera vez que tengo a alguien a quien regalarle por Navidad.
Mierda.
Niles
sabía que estaba desorientado, pero ¿desde cuándo la Navidad se había acercado
tan rápido? Se queda en silencio, intentando buscar una excusa. Le hubiera
gustado comprarle algo por todo lo que han pasado juntos. Y por todo lo que ha
hecho por él. Blay se rie
—Los
libros esos que te dejó Ahaziah te han gustado más de lo que pensaba.
—Lo
siento.
—No
quiero que te gastes dinero en mí —la chica le sonríe ampliamente.
—Bueno,
yo podría decir lo mismo.
—¡Tarde!
—se termina el café de un trago y le da un beso en la mejilla al muchacho —.
Feliz Navidad.
Esta entrada no tiene sentido
ninguno, pero se me ocurrió esto, y
necesitaba ver a Blay así de feliz.
A buenas horas se me ocurre
algo para Navidad.
Me encanta, me encanta, me encanta. Es que me imagino la cara de Niles al abrir el paquete y luego viendo los cigarros y luego al ver que Blay le pregunta si le gusta dos veces y luego cuando le pregunta por qué se lo ha comprado y ella le dice que es la primera vez que tiene a quien regalarle algo por Navidad. Y EL BESO EN LA MEJILLA. ME MUERO DE AMOR. AHHHHHHH. ES QUE, ES QUE, ES QUE. Acabas de volverme loca *-----*
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