Unas bolas de agua parecen salir
de manera sucesiva de la nada, chocando contra una chica que no consigue
esquivarlas, quedando cada vez más empapada. A pesar del calor que hace esa
tarde, el agua parece estar cada vez más fría y la mandíbula le ha empezado a
castañear. De repente, una chica morena y de cabello largo empieza a correr en
dirección de la muchacha y se tira sobre ella para que no pueda escapar. Ambas
caen al suelo bajo la atenta mirada de adolescentes hormonados, que impiden que
ambas escuchen sus propias amenazas por los gritos que hay a su alrededor. Lyenna,
tirada contra el suelo, intenta esquivar las manos de su oponente, que por
desgracia consigue poner una de sus manos en la mejilla de la chica, apretando
con fuerza. En apenas unos segundos Lyenna empieza a notar como la temperatura
de su cara está subiendo peligrosamente, notando a su vez como el calor se
extiende hasta notarlo demasiado cerca de su ojo izquierdo. Está asustada, es
la primera vez que alguien le ataca de esa manera. Se da cuenta que no tiene ni
idea de cómo protegerse a sí misma para evitar el calor sobre su piel. Suelta
un grito de dolor y su oponente aprieta más fuerza contra su cara. Está
disfrutando de lo lindo. Lyenna palpa el suelo y consigue encontrar una piedra
de un tamaño considerable. Sin pensarlo dos veces eleva su mano en el aire y
golpea la cara de la chica con la piedra, haciéndole un corte en la cara. Grita
en un primer momento y se toca la cara, viendo como sus dedos se manchan de
sangre. Se vuelve a lanzar a por Lyenna pero la chica consigue agarrarle del
cuello. Su intención no es ahogarla, ni mucho menos. Tan solo le quiere bajar
un poco los humos. La chica intenta llegar otra vez a la cara de Lyenna, pero
sus brazos no se pueden estirar más. Entonces decide poner sus manos sobre las
de la chica, que parece que se ha quedado pegada a su cuello. Lyenna ve como
sus manos empiezan a echar humo. Su oponente se retuerce cuando nota como el
cuello le pieza a quemar del frio que Lyenna le está haciendo pasar. En ese
instante, se da cuenta de cómo se puede proteger cuando un Ignis le intente
quemar de nuevo. Sin embargo las manos le empiezan a doler. Es ahora cuando
descubre que los entrenamientos que reciben por parte de la escuela no les
sirven apenas para nada. Ambas chicas aprietan con más fuerza a la vez, gritan
y se sueltan, como si se hubieran puesto de acuerdo.
Lyenna da unos pasos hacia atrás,
sin importarle el estado de la muchacha. Sus manos tiemblan. Todo su cuerpo lo
hace. Su respiración está tan agitada que en vez de coger aire tan solo lo
expulsa sin parar. Se mira las manos, el humo que desprende. Nota como la
sangre que va por ellas está hirviendo. Sus palmas y sus muñecas están al rojo
vivo, no sabe si por culpa de la otra chica o por lo que ha hecho ella por su
parte. Quizás por el choque de ambos poderes. En ese momento se vuelve a
acordar de la quemadura en la cara y le escuece tanto que tiene intención de
rascarse hasta que se pase. Se roza la mejilla herida con el dorso de una de
las manos, pero en cuanto se roza aparta la mano, como si le hubieran dado una
descarga. Intenta curarse las manos emanando frio por ella, como hizo en el
momento en el que tenía agarrado el cuello de su oponente. Pero se da cuenta
que no es una buena idea.
La gente que allí se ha quedado
de pie mira a las heridas, con el deseo de que sigan peleando hasta que una de
las dos acabe tirada en el suelo, incapaz de moverse. Ambas se miran y dan la
pelea de hoy por finalizada. Las amigas de la muchacha la ayudan, pero esta las
empuja para que la dejen en paz. Pero a Lyenna le da igual el resto de
personas, porque es tanto el dolor que siente en ese mismo momento que una
lágrima le cae por la mejilla y hace que la herida le escueza todavía más.
—¿Lyenna?
Cuando la chica levanta la mirada
ve a Shander acercándose a ella, con un gesto lleno de preocupación.
—¿Qué demonios ha pasado? —El
muchacho toma las manos de Lyenna con cuidado, sin tocarle las zonas quemadas.
—¿No tenéis nada que hacer?
Lyenna ve como un muchacho rubio
agita sus manos en dirección al bullicio y se produce una pequeña ventisca de
arena que hace que la gente empieza a dispersarse.
—Será mejor que la saques de aquí
antes de que aparezca algún maestro.
Shander afirma con rotundidad y
hace que Lyenna comience a andar. Le sorprende que todavía no se haya quejado. Y
lo más raro es que durante todo el camino es igual. El muchacho sabe que sus
padres no están en casa, así que no duda en ir allí. Abre la puerta y le deja
el paso libre a Lyenna. Aunque él mismo es un Ignis, sabe de sobra lo que duele
una quemadura. Además, ese tipo de heridas en alguien como Lyenna son mucho más
dolorosas, pues, si intentan curarse, solo se hacen más daño. Hace que la
muchacha entre en su habitación, aunque ella no parece ni darse cuenta. La
sienta en su cama y empieza a rebuscar en una caja metálica.
—Ahora te tengo que tocar las
heridas, intentan no moverte. Tranquila.
Lyenna le mira asustada. ¿Para
qué quiere tocarle las quemaduras? ¿Quiere quemarla más? Al principio la chica
echa la cabeza un poco hacia atrás cuando Shander acerca una de sus manos a su
mejilla, pero el muchacho se sigue acercando. Lyenna se aguanta la respiración
de manera inconsciente cuando la palma de Shander le toca la mejilla. En un
primer momento el tacto contra su herida no le hace ninguna gracia, pero
entonces empieza a notar un alivio. So sabe si le está curando (cosa bastante
improbable), solo nota como el calor de su mejilla está bajando, hasta que le
deja de arder. Lyenna mira al muchacho sin saber que decir. El chico baja la
mirada y toma sus manos con cuidado. Entonces, junta sus palmas con las de
Lyenna. Ocurre lo mismo. Puede ver como sus manos están heridas, pero el calor
abrasador ha desaparecido. Observa a Shander, totalmente concentrado en lo que
hace. Cuando levanta la mirada de las manos le sonríe de manera agradable. No
sabe cómo ha hecho eso. Bueno, ni siquiera sabía que pudiera hacer algo así.
—Será mejor que te cure las
heridas. Esto te escocerá un poco.
Lyenna sigue sin abrir la boca,
no sabe qué decir. Necesita que le cure las heridas. Además, no quiere saber
qué dirá su padre cuando la vea en ese estado. Shander abre un bote redondo con
una sustancia extraña en él. A la chica no le hace mucha gracia, y menos cuando
el olor llega hasta su nariz.
—¿Tienes un botiquín para curar
quemaduras?
Shander sonríe, pues sabe por
dónde va la pregunta.
—Los Ignis nos quemamos más de lo
que te puedas imaginar. Y a mí siempre me gusta experimentar.
Entonces Lyenna entiende el hecho
de que en algunas ocasiones el muchacho tuviera las manos vendadas y que su
madre no le diera mayor importancia.
—Que controlemos el fuego no
quiere decir que deje de quemar. Es un elemento natural.
Lyenna se queja cuando la crema
entra en contacto con sus manos. En un primer momento le escuecen tanto que es
como si le hubieran vuelto a quemar las palmas, pero enseguida se calma y nota
un fuerte alivio. El tono rojizo tan alarmante de sus manos y muñecas empieza a
bajar. El muchacho vuelve a tomar menos cantidad de crema y la esparce por la
mejilla afectada. Lyenna se siente tan ridícula que le dan ganas de decirle que
le deje en paz, que no necesita su estúpida crema. Pero sería una gran mentira.
—¿Se puede saber que estabas
haciendo? A parte de estar jugando con fuego, claro.
Lyenna levanta una ceja ante el
chiste fácil.
—Tenía que decirlo —Shander se
encoge de hombros.
—Tuve una pelea con una chica. Y
no hagas otro chiste fácil.
Shander se aguanta una sonrisa y
levanta sus manos, declarándose inocente. Lyenna se muerde el interior de
mejilla. Como cuando su padre le hecha la bronca y se queda sin argumentos para
justificar lo que ha hecho. Lyenna se toca una de las palmas con uno de los dedos,
con mucho cuidado.
—No la toques, todavía está
fresca —Shander se piensa si preguntar o no—. ¿Se metió contigo?
—Algo así —Lyenna no le mira, sus
manos son mucho más bonitas. Miente muy mal.
—¿Algo así?
—Nos peleamos y punto. Además,
tendrías que ver cómo quedó ella.
Lyenna espera que el chico le
siga un poco la gracia, pero la observa de manera seria.
—Ahora mismo te pareces a mi
padre.
—Estabas asustada.
La chica se queda callada. Eso sí
que la ha pillado totalmente desprevenida. Lyenna quiere salir de la habitación
y encerrarse en la suya. Se da cuenta que hace mucho tiempo que ese tipo de
cosas terminaron para ella. Ya no es la niña que odiaba a Shander por invadir
su casa y su espacio. Ya no puede tener rabietas y soltar comentarios ácidos
ante cualquier cosa que haga el chico. Ya no es una cría. Y él tampoco es un
niño. Lyenna aparta la mirada hacia el suelo. Le acaban de dar una patada a su
orgullo.
—No sé por qué dices eso.
Es evidente que está mintiendo.
Hace mucho tiempo que Shander averiguó cuando Lyenna mentía, pero nunca se lo
ha dicho. Es su truco bajo la manga. Tampoco hay que ser muy listo para saber
que miente y que no lo admitirá.
—Si prefieres seguir haciéndote
la cabezota y no dejar que te ayude es cosa tuya.
Lyenna no tiene muy claro en qué
momento empezó a conocerla tan bien. Creía tener sus murallas bien plantadas. Levanta
la mirada de sus manos cuando el chico se mueve y saca unas vendas de la caja
metálica. Empieza a vendar las manos de la chica, empezando por la muñeca. No
sabe por qué, pero se siente mal sin admitir la verdad. Quizás es porque
Shander sabe lo que pasa en realidad. Prefiere que Lyenna lo diga con sus
propias palabras. No para hacerla sentir peor, no para sentirse él más fuerte.
Está preocupado por ella. Seguramente esa haya sido su primera pelea, y
teniendo en cuenta que en la escuela no preparan demasiado bien a la gente, es
más que considerable que la chica se haya quedado así. Casi como si estuviera
sorprendida de lo que había pasado. Como si no tuviera idea de los poderes que
se pueden tener. O del poder que puede tener ella misma.
—¿Dónde aprendiste a hacer lo de
antes?
—Me lo enseñó mi madre.
Corta la venda una vez que ha
terminado en una de las manos y hace un nudo pequeño. Toma la otra mano y
repite el proceso. Shander suspira.
—¿Vas a decirme por qué te
peleaste?
Lyenna pone los ojos en blanco y
se levanta de la cama, harta de tanta pregunta. Una pelea no tiene mucho
misterio.
—¿Para qué? ¿Para que me eches la
bronca como lo haría mi padre? ¿Como lo estás haciendo ahora?
—Solo intento ayudarte.
Shander se levanta del suelo,
sorprendido por la cabezonería que puede llegar a tener Lyenna en algunas
ocasiones.
—¡No necesito tu ayuda! —Lyenna
está empezando a ponerse nerviosa—. Gracias por las vendas y por la crema. Fin
de tu ayuda.
La muchacha da media vuelta y
sale de la habitación todo lo rápido que puede, antes de que el muchacho le
vuelva a preguntar algo o intente a detenerla.
—¡Mientes fatal!
Cuando Lyenna escucha
eso da un portazo en su cuarto y se aguanta un grito. Si supiera que en el
fondo se ha peleado para protegerle.
Si léiste el primer relato, lo sé, sé que se repite una frase de un diálogo.
LYENNA, JODER, LYENNA, COMPÓRTATE, COÑO, LYENNA, pobre Shanny...
ResponderEliminarAy, gracias a este relato me he leído todos los demás sobre Lyenna y Shander, y solo te voy a decir dos cosas: ¡ESCRIBE MÁS SOBRE ELLOS! - ¡SUBE MÁS! Que me has dejado con las ganicas, jo. :3
ResponderEliminarChris.