16.12.13

Mal empezamos.

—Lyenna, te pido que lo hagas por mí. Solo esta vez.
—Su padre es un exiliado. ¿Y si nos afecta a nosotros? —la chica estaba fuera de sí, a su padre se le había ido la cabeza.
—No nos va afectar porque ellos no son los exiliados, ¿de acuerdo?

Las manos de la muchacha expresan su enfado y desesperación, pues no consigue que su padre entre en razón. Intenta decir algo pero su padre le corta, dando el tema por zanjado. Lyenna gruñe como un perro enfadado.

—Quiero que los trates bien, que nos conocemos.

La chica resopla y sube las escaleras pisando con fuerza, necesita encerrarse en su habitación y gritar. El hombre suspira. Debería habérselo dicho antes, pero si lo hubiera hecho habrían estado discutiendo durante días. De todos modos Lyenna no habría salido ganando.

La chica no está en contra de que su padre rehaga su vida, más bien al contrario. Con lo que no está de acuerdo es con que su padre le haya dicho que su novia y su hijo se van a mudar a su casa. Y que se lo haya dicho con una hora de antelación. Lo peor de todo es el detalle de “su hijo”. ¿Por qué no podía ser otra chica? ¿O qué tal que no hubiera ningún hijo o hija? La joven se da cuenta que se quedará tan solo con un cuarto, el que usa para otras cosas deberá ser para ese chico. Bueno, antes de que duerma en su mismo cuarto, cualquier otra cosa. Se tira sobre su cama e intenta imaginarse como serán los nuevos inquilinos. A la mujer solo la ha visto una vez, a pesar de que su padre lleva con ella un año. ¿Y ahora de repente la mete en casa? ¿Dónde demonios está la coherencia de eso? Cuando se lo cuente a Margot no se lo va a creer. Al cabo de una hora su padre le grita desde el piso de abajo para que le dé la bienvenida a los nuevos. Muy a su pesar, Lyenna baja las escaleras como un alma en pena.

—Lyenna, por todos los dioses, sonríe.

La chica le mira serie uno segundos y de repente le muestra su mejor sonrisa. A veces a su padre le preocupa lo bien que miente su propia hija. En ese instante la puerta de la entrada es golpeada un par de veces, sin hacer demasiado ruido. Cuando su padre abre la puerta, una preciosa melena pelirroja ilumina los ojos de Lyenna durante unos segundos. No recordaba a la mujer tan guapa. Aunque siendo sincera, no pega nada con su padre. Intenta recordar a su madre a través de la mujer, pero es imposible. Apenas la conoce y sabe que no es como su madre, lo nota en su mirada. Ambos adultos se abrazan con cariño. Lyenna no recuerda a sus padres haciendo eso. La pelirroja sonríe a Lyenna, como esperando que la chica haga algo.

—¿No vas a darle la bienvenida? —le dice su padre, instándola a que la abrace.

Lyenna le mira con cara de pocos amigos y la mujer lo nota.

—Tranquila, yo estaría igual que tú.

Nota la mentira a la legua. Esa mujer desprende alegría y cariño. Lyenna lamenta haber salido tan parecida a su madre. En ocasiones no se aguanta ni a sí misma. Su padre sale a la puerta y saluda a otra persona, obviamente al hijo. Lyenna no tiene ganas de conocerlo, solo quiero subir corriendo las escaleras y no salir nunca más de su cuarto. Lo medita detenidamente. Pero lo medita tanto que cuando se quiere dar cuenta el chico ya ha entrado en la casa.

—Lyenna, este es Shander. Shander, Lyenna.

El muchacho le sonríe ampliamente y se acerca a ella, parece que quiere abrazarla. Lyenna da unos pasos hacia atrás, sin dejar de sonreír. El hombre mira a su hija con una mirada acusadora, pero a la chica le da igual. Podría jurar que ese ha sido el momento más incómodo de su corta vida. El muchacho es como una copia de su madre, pero en chico. Tiene el mismo pelo largo y pelirrojo.

—Shander es dos años más mayor. ¿No decías siempre que querías un hermano mayor?
—No

Lyenna responde de manera seca y cortando, pero eso sí, sin dejar de sonreír. Su padre parece que se queda sin opciones, pero la mujer se empieza a reír ante la contestación de la chica y le pide al hombre que los deje solos. Lyenna sigue con la mirada a ambos adultos hasta que desaparecen en lo alto de las escaleras. Cuando vuelva a mirar a Shander su rostro está tan serio que el muchacho se sobresalta. Lo mira, como intentando echarlo de la casa. Como si lo estuviera empujando mentalmente. Pero el chico parece que no se mueve. Shander le aparta de vez en cuando la mirada, observando la casa nueva que le espera. Bueno, al menos es mejor que en la que estaban viviendo su madre y él. Cuando su mirada regresa hacia la chica, todavía está allí de pie, observándolo. Pocas cosas ponen al chico nervioso, pero ahora mismo se siente bastante incómodo. La chica parece una maldita estatua.

—¿Qué hacéis ahí? Lyenna, ayuda a Shander a subir las cosas.

De repente una sonrisa instantánea y casi sincera se posa en los labios de la chica y el muchacho se vuelve a sobresaltar. Eso no es normal.

—Claro.

Por fin escucha la voz de la chica. Incluso parece agradable. Shander está confuso. La chica coge una bolsa del suelo y empieza a subir las escaleras sin decir nada más. Shander toma aire y lo suelta con fuerza. No puede odiarle el resto de su vida. ¿No?

Lyenna y Shander 
piden mi auxilio.

3 comentarios:

  1. JAJAJAJA, puta Lyenna, qué malvada la tía... :x

    Ains, tengo ganas de estos chicos... Cada vez me gustan más *-*

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  2. Uhhh Lyenna y Shander. Shander y Lyenna...
    Me gusta el carácter de Lyenna, y aunque ahora se ve que no quiere llevarse bien con Shander, me da la sensación de que habrá algo entre ellos jijiji Pinta interesante fragehhtfg

    ¡Besos gigantes, María! :3

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  3. Ayyyyyyyyyyyyyyyy, ¡me has hecho caso! (?) Vale, no, le habrás hecho caso a Lyenna y Shander, pero. Que has subido otro relato sobre ellos, y eso es lo importante. Esta escena me ha gustado hasta casi más que la otra, no sé quedarme con una. Y me he reído con lo de hermano mayor, pensando en Elena y Alexander. Sí, sí, hermano mayor. Jej. Me gustan mucho <3

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