—Lyenna, te pido que lo hagas por
mí. Solo esta vez.
—Su padre es un exiliado. ¿Y si
nos afecta a nosotros? —la chica estaba fuera de sí, a su padre se le había ido
la cabeza.
—No nos va afectar porque ellos
no son los exiliados, ¿de acuerdo?
Las manos de la muchacha expresan
su enfado y desesperación, pues no consigue que su padre entre en razón.
Intenta decir algo pero su padre le corta, dando el tema por zanjado. Lyenna
gruñe como un perro enfadado.
—Quiero que los trates bien, que nos
conocemos.
La chica resopla y
sube las escaleras pisando con fuerza, necesita encerrarse en su habitación y
gritar. El hombre suspira. Debería habérselo dicho antes, pero si lo hubiera
hecho habrían estado discutiendo durante días. De todos modos Lyenna no habría
salido ganando.
La chica no está en contra de que
su padre rehaga su vida, más bien al contrario. Con lo que no está de acuerdo
es con que su padre le haya dicho que su novia y su hijo se van a mudar a su
casa. Y que se lo haya dicho con una hora de antelación. Lo peor de todo es el
detalle de “su hijo”. ¿Por qué no podía ser otra chica? ¿O qué tal que no
hubiera ningún hijo o hija? La joven se da cuenta que se quedará tan solo con
un cuarto, el que usa para otras cosas deberá ser para ese chico. Bueno, antes
de que duerma en su mismo cuarto, cualquier otra cosa. Se tira sobre su cama e
intenta imaginarse como serán los nuevos inquilinos. A la mujer solo la ha
visto una vez, a pesar de que su padre lleva con ella un año. ¿Y ahora de
repente la mete en casa? ¿Dónde demonios está la coherencia de eso? Cuando se
lo cuente a Margot no se lo va a creer. Al cabo de una hora su padre le grita
desde el piso de abajo para que le dé la bienvenida a los nuevos. Muy a su
pesar, Lyenna baja las escaleras como un alma en pena.
—Lyenna, por todos los dioses,
sonríe.
La chica le mira serie uno
segundos y de repente le muestra su mejor sonrisa. A veces a su padre le
preocupa lo bien que miente su propia hija. En ese instante la puerta de la
entrada es golpeada un par de veces, sin hacer demasiado ruido. Cuando su padre
abre la puerta, una preciosa melena pelirroja ilumina los ojos de Lyenna
durante unos segundos. No recordaba a la mujer tan guapa. Aunque siendo
sincera, no pega nada con su padre. Intenta recordar a su madre a través de la
mujer, pero es imposible. Apenas la conoce y sabe que no es como su madre, lo
nota en su mirada. Ambos adultos se abrazan con cariño. Lyenna no recuerda a
sus padres haciendo eso. La pelirroja sonríe a Lyenna, como esperando que la
chica haga algo.
—¿No vas a darle la bienvenida? —le
dice su padre, instándola a que la abrace.
Lyenna le mira con cara de pocos
amigos y la mujer lo nota.
—Tranquila, yo estaría igual que
tú.
Nota la mentira a la legua. Esa
mujer desprende alegría y cariño. Lyenna lamenta haber salido tan parecida a su
madre. En ocasiones no se aguanta ni a sí misma. Su padre sale a la puerta y
saluda a otra persona, obviamente al hijo. Lyenna no tiene ganas de conocerlo,
solo quiero subir corriendo las escaleras y no salir nunca más de su cuarto. Lo
medita detenidamente. Pero lo medita tanto que cuando se quiere dar cuenta el
chico ya ha entrado en la casa.
—Lyenna, este es Shander.
Shander, Lyenna.
El muchacho le sonríe ampliamente
y se acerca a ella, parece que quiere abrazarla. Lyenna da unos pasos hacia
atrás, sin dejar de sonreír. El hombre mira a su hija con una mirada acusadora,
pero a la chica le da igual. Podría jurar que ese ha sido el momento más incómodo
de su corta vida. El muchacho es como una copia de su madre, pero en chico.
Tiene el mismo pelo largo y pelirrojo.
—Shander es dos años más mayor.
¿No decías siempre que querías un hermano mayor?
—No
Lyenna responde de manera seca y
cortando, pero eso sí, sin dejar de sonreír. Su padre parece que se queda sin
opciones, pero la mujer se empieza a reír ante la contestación de la chica y le
pide al hombre que los deje solos. Lyenna sigue con la mirada a ambos adultos
hasta que desaparecen en lo alto de las escaleras. Cuando vuelva a mirar a
Shander su rostro está tan serio que el muchacho se sobresalta. Lo mira, como
intentando echarlo de la casa. Como si lo estuviera empujando mentalmente. Pero
el chico parece que no se mueve. Shander le aparta de vez en cuando la mirada,
observando la casa nueva que le espera. Bueno, al menos es mejor que en la que
estaban viviendo su madre y él. Cuando su mirada regresa hacia la chica,
todavía está allí de pie, observándolo. Pocas cosas ponen al chico nervioso,
pero ahora mismo se siente bastante incómodo. La chica parece una maldita
estatua.
—¿Qué hacéis ahí? Lyenna, ayuda a
Shander a subir las cosas.
De repente una sonrisa
instantánea y casi sincera se posa en los labios de la chica y el muchacho se
vuelve a sobresaltar. Eso no es normal.
—Claro.
Por fin escucha la voz de la
chica. Incluso parece agradable. Shander está confuso. La chica coge una bolsa
del suelo y empieza a subir las escaleras sin decir nada más. Shander toma aire
y lo suelta con fuerza. No puede odiarle el resto de su vida. ¿No?
Lyenna y Shander
piden mi auxilio.
JAJAJAJA, puta Lyenna, qué malvada la tía... :x
ResponderEliminarAins, tengo ganas de estos chicos... Cada vez me gustan más *-*
Uhhh Lyenna y Shander. Shander y Lyenna...
ResponderEliminarMe gusta el carácter de Lyenna, y aunque ahora se ve que no quiere llevarse bien con Shander, me da la sensación de que habrá algo entre ellos jijiji Pinta interesante fragehhtfg
¡Besos gigantes, María! :3
Ayyyyyyyyyyyyyyyy, ¡me has hecho caso! (?) Vale, no, le habrás hecho caso a Lyenna y Shander, pero. Que has subido otro relato sobre ellos, y eso es lo importante. Esta escena me ha gustado hasta casi más que la otra, no sé quedarme con una. Y me he reído con lo de hermano mayor, pensando en Elena y Alexander. Sí, sí, hermano mayor. Jej. Me gustan mucho <3
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