Sabe donde vive, es tan predecible.
En estos años no se ha cambiado de piso. Tampoco sería necesario. Pensaba que
al marcharse, él también lo haría, que no podría estar allí. Pero por suerte no
lo hizo, si no, no estaría delante de su puerta, pensando en cómo llamar y qué
decir cuando le abriera. No sabe si ha cambiado, no sabe que ha sido de su vida
en esos tres largos años. Quizás que no se acuerde de ella. Puede que cuando la
vea le cierre la puerta en los morros. A lo mejor ni siquiera vivir ahí y le
han dado mal la información.
Ya no hay vuelta atrás, su brazo
toma las riendas y sus dedos pulsan el timbre con miedo, pero suena en toda la
casa. Por unos segundos pide que no haya nadie en casa y que esa puerta no se
abra. Cierra los ojos con fuerza, y parece que funciona. Su respiración se
relaja y sus uñas dejan de clavarse en sus propias palmas. Pero hay algo en
ella que no le deja moverse, sus pies no responden. Mira a la puerta, ahora es
cuando algo en ella cambia y una tristeza la invade. ¿Por qué no le abre?
Necesita esa puerta abierta con él detrás. Le dan ganas de llorar, no sabe muy
bien por qué. Vuelve a llamar. Puede que lo haga porque sabe que no le van a
abrir, o porque no hay nadie. Que más da, está de pie otra vez allí, en el
rellano en el que había pasado la mayor parte de su adolescencia. Pero ahora
está sola. Se da por vencida y se da media vuelta. Baja las escaleras, siempre
le ha gustado hacerlo. Estúpida. ¿Acaso creía que la estaría esperando? Han
pasado tres años, casi cuatro. Las cosas han cambiado, como ellos. Eso de
quedar a una hora en su casa era cosa de niños, de amigos. Ahora no serán ni
conocidos. Se para en una de las plantas cuando nota el móvil sonar en su
bolsillo. Lo saca y cuelga. Necesita tiempo para hacer eso. Vuelve a enchufar
los cascos, ensimismada en su mundo. Entonces se chocan.
No lo mira, no sabe con quién ha
chocado, le da igual. Solo susurra un “lo siento”. Pero sus ojos ven algo, en
su mano. Su dibujo. La mano la sujeta por el brazo para que no caiga debido al
golpe. Se detiene antes de seguir bajando las escaleras y lo mira a los ojos.
Claro que es él, jamás rompería una promesa, se lo juró. Se miran a los ojos,
todavía no pueden creer lo que sus ojos están observando. Les cuesta
reconocerse, ambos han cambiado, sobre todo ella. Está mucho más guapo, más
masculino. Y ella está preciosa, con sus ojos de siempre, tan grandes y
expresivos. Parecen uno al pensar. No lo saben, pero lo sienten. Él sube
corriendo las escaleras de repente, pero ella no se mueve, sabe que va a bajar,
porque así lo hace. Se vuelven a mirar cuando están a la misma altura y él se
adelanta bajando las escaleras para que lo siga.
Caminan por las calles uno al lado del otro, en silencio. Ella lo sigue, cree saber donde van. Se miran de vez en cuando de reojo, para cerciorarse de que el otro sigue a su lado, que no se ha quedado atrás. No tienen prisa pero caminan rápido, como solían hacer.
Oh my god, que cosa más bonita D:
ResponderEliminarEstá genial :3
me pregunto qué les ha pasado para encontrarse tan tristes. ><
ResponderEliminar(esa tristeza tan anclada de los que han sufrido mucho, mucho, de los que se reencuentran con algo familiar llenos de agua)
Ay, que bonito :33
ResponderEliminarMe pregunto lo mismo, ¿Por qué se separaron? Pero bueno, lo importante es que se encontraron de nuevo. Y cuando chocaron rggsgfgggdfsgf Me he imaginado la escena como en las películas xDDD
Está genial rfgsfhgfdhfgfd <3
¡Besos gigantes, María!
Es triste y lindo
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