Cuando llegan a las puertas del
cuartel general, a Lyenna se le atraganta su propia saliva. Mira el edificio
delante de ella y siente que se hace grande por momentos, y sus puertas se
abren con intención de devorarla y no dejarla salir nunca más. Quizás tendría
que haber escuchado a los demás y no haber aceptado la invitación. No, maldita
sea, no tenía otra opción. Llena sus pulmones con todo el aire que puede y
rebusca en cada rincón de su interior las fuerzas necesarias para dar el paso y
atravesar esas portadas. Su padre le aprieta el hombro y siente que todos los
nervios se disipan por unos instantes.
—Tranquila.
Pero sabe que él está incluso más
nervioso que ella. Al fin y al cabo, a ningún padre le gusta ver como pegan a
su hija. Lyenna sabe de sobra que la prueba no va a ser fácil, sobre todo
teniendo en cuenta que está allí casi de manera obligada. Aprieta sus puños con
fuerza y por fin traspasan las puertas. El sitio está totalmente vacío, tan
tranquilo que a Lyenna se le ponen los pelos de punta. Siente como si las
paredes fueran las que le están mirando, las que se pregunta qué demonios hace
una cría en un lugar como ese. A los laterales del pasillo hay decenas de
puertas, sin carteles o cualquier otro signo que diga de qué es cada una.
Evidentemente a los que trabajen allí eso no les hace falta. Lyenna lo prefiere
así. Espera que sea la única vez que vaya al cuartel, y no tiene ganas de
llevarse recuerdos extraños. Al final del pasillo hay una luz, y antes de
cruzarla su padre se detiene en seco y la mira a los ojo.
—Yo me tengo que quedar aquí.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Para qué me has
acompañado entonces?
Eso quisiera saber Rike. En el
último momento le dijeron que tendría que esperar fuera de la zona de prueba,
cosa de la que tenía la primera noticia, porque después de todos los años que
había trabajado para el gobierno en la
Ciudad Azul, nunca había escuchado tal cosa.
—Tranquila, solo es una prueba.
Ni siquiera tienes que esforzarte.
A menos que estén buscando algo
en concreto.
—Escucha, si en algún momento
sientes que estás en peligro —los ojos de Lyenna se abren como platos— tan solo
pide que suspendan la prueba. Están obligados a hacerlo.
A Lyenna se le ha empezado a
llenar la cabeza de dudas y preguntas. El estómago parece que se haya dado la
vuelta, no recuerda haber tenido nunca tantas náuseas como en ese momento.
Respira hondo un par de veces, con las manos de su padre apretando sus hombros.
Siente como si le quisiera pasar todas sus fuerzas. Ambos se sonríe y Lyenna
desaparece tras cruzar la luz.
Cuando sus ojos se acostumbran a
la luz del lugar, se da cuenta que está en un patio de planta cuadrada. Se
sorprende. Esperaba encontrarse un sitio lleno de soldados a la espera de ver
como alguno de ellos la dejaba en ridículo. Pero no. Es mucho peor. Solo está
Shyron, y detrás de él un hombre mayor se apoya sobre una espada clavada en la
arena. El muchacho sonríe y le pone los pelos de punta (como solo él sabe
hacer). Lyenna puede notar como de un momento a otro va a estallar de emoción,
como si fuera a ponerse a pegar saltos. El hombre, por el contrario, parece
totalmente calmado, parece que ni siquiera se haya percatado de su presencia. A
la distancia a la que se encuentra de ambos, es incapaz de ver con claridad los
ojos del hombre, pero Lyenna siente algo que no le gusta nada.
—Soy…
—Empezad.
El hombre se da media vuelta y se
sienta en una silla de madera. Su espada se queda clavada en su sitio. A Lyenna
le da la sensación de que es un espectador más, aunque seguramente sea la
persona que la evalue. Tenía la esperanza de no tener que luchar otra vez con
Shyron, pues es evidente que el día que se enfrentaron en el bosque, el
muchacho se estuvo conteniendo. Lo más probable es que se dejara vencer para
poder ver la fuerza que tenía.
—Creí que no vendrías.
Lyenna no responde. Se adentra en
la arena y en ese momento una especie de barrera rodea la zona en la que van a
pelear. Cuando se fija bien, puede ver como el muro está rodeado por
electricidad. Piensa que se toman demasiadas molestias para una simple prueba,
pero eso es lo de menos. Cuando dirige su cuerpo hacia la posición de Shyron,
ve que el muchacho está jugando con un cuchillo entre sus manos. Con la anilla
que el arma tiene en el borde, lo hace girar sin parar mientras se lo cambia de
dedos constantemente. Sabe que el muchacho no es lo que aparenta. Pero ella
tampoco.
—¿Estás nerviosa? —le mira
divertido—. Tranquila, no nos pueden escuchar desde fuera. Puedes llorar si
quieres.
—Creí que tenías mejores modales.
Lyenna se aleja del chico unos
pasos hacia atrás. Se miran a los ojos, intentando leer los pensamientos del
otro. La chica recuerda lo que siempre le dice Shander, lo predecible que es.
Eso debe cambiar en este preciso momento si quiere salir ganando. El problema
es que no sabe cómo lo hace y como dejar de hacerlo. Shander nunca se lo quiere
decir.
Si
te lo digo nunca aprenderás de tus propios errores. Lo tienes que descubrir tú
misma.
Lyenna chasquea la lengua.
Shander y sus estúpidas lecciones. Deja de darle tantas vueltas y envuelve sus
puños en una capa de hielo. Sus puños empiezan a moverse hacia Shyron con toda
su fuerza, dejando un rastro de escarcha en el aire que se evapora a los pocos
segundos. El chico los esquiva con tan solo mover su cabeza al lado contrario.
Lyenna aprieta los dientes de rabia, pero intenta tranquilizarse. No debe
perder el control, debe estar concentrada. Se agacha y estira su pierna para
golpear los tobillos del chico, pero él la detiene con tan solo su pie. En ese
instante le propina un puñetazo en la mejilla.
Lyenna se queda unos segundos en
la arena y escupe sangre. Usa todas sus fuerzas para no gruñir como un animal y
lanzarse contra Shyron. Lo único que conseguiría sería otro golpe. Ahora sí que
tiene claro que el día del bosque se estuvo conteniendo.
—Lyenna, Lyenna —al tipo parece
que le encante su nombre— estás siendo muy decepcionante.
—No he venido aquí para
impresionarte.
Shyron sonríe de medio lado. Por
fin le ha hecho hablar.
—El día del bosque fue mucho más
divertido. ¿Por qué no te esfuerzas un poco?
—No tengo intención de gastar
energía de manera innecesaria contigo. ¿No tuviste suficiente?
—No, porque te dejé ganar —Shyron
no ve cambios en el rostro de la chica—. Aunque eso ya lo sabías.
—Lo pusiste demasiado fácil.
—Si —el chico se hace el pensativo—
y puede que ahora sea demasiado difícil.
Ahora sí que ve cambio en el
rostro de Lyenna. Ve rabia, y odio, y poder. Parece que sus ojos hayan empezado
a brillar por sí solos, tan solo tenía que pulsar el botón correcto. Ese día
descubrió algo muy importante, y es que a Lyenna le gusta pelear. Por lo tanto,
el orgullo es algo que Lyenna no dejará que nadie toque. Y mucho menos él. Eso
le encanta. Le encanta sacar lo peor de cada persona con tan solo unas sílabas
y el tono correcto. Es tan sencillo pero a la vez tan divertido. Consigue
contenerse la risa.
—Tenía la esperanza de que
vinieras con tu amiguito. Me habría gustado ver su cara.
Si, a Shander también le habría
gustado ir. De hecho se ofreció a acompañarla en cuanto dijo que podía ir con
alguien a la prueba. Pero no. Lyenna sabía que tenía que ir con su padre, para
demostrarle que no es una niña y que no necesita la protección de nadie para
poder vivir. Aunque al final, ni a su padre le han dejado entrar a la zona de
prueba. Además, si hubiera ido con Shander seguro que habría sido peor para
todos. A saber lo que habría hecho ese idiota. Lyenna toma y suelta el aire. Se
tiene que tranquilizar. Lo mejor es terminar cuanto antes.
—¿He venido aquí solo para que te
rías un rato? —y se ríe.
—No, has venido a pelear para él —con
el dedo gordo señala al hombre que hay detrás de él.
—¿Y por qué no es él quien está en
tu lugar?
—¿Acaso tienes ganas de morir? —Lyenna
no dice nada, no se esperaba eso—. Veo que no.
En ese momento Shyron se vuelve a
girar hacia el hombre. Pero Lyenna no ve que el hombre esté moviendo los
labios, ni siquiera se mueve su cuerpo. Tan solo los observa de manera fría, ni
siquiera parece interesado en la pelea.
Todo sucede tan rápido que Lyenna
apenas sabe qué ocurre. Después de que el muchacho haya dicho eso, la joven se
encuentra esquivando (con bastante dificultad) los puñetazos y patadas de
Shyron. Los puños rozan sus mejillas con tal velocidad que parecen dejar
pequeños cortes, pero de los que no sale sangre alguna. Sus patadas, por el
contrario, se han centrado en intentar golpearle los costados una y otra vez.
Lyenna maldice por lo bajo. Tiene que lanzar algún ataque como sea antes de
recibir alguno de sus golpes. Piensa que puede ser inútil, pero cuando la
pierna vuelve a volar hacia ella, recibe el golpe en las costillas y la agarra
con fuerza. Estira de la pierna y hace que el muchacho empiece a cojear hacia
ella. Apenas tiene unos segundos antes de que Shyron pueda reaccionar, pero es
demasiado tarde. Cuando ni siquiera ha terminado de pensar en qué hacer
después, el pie libre de Shyron choca contra su cabeza y la tira al suelo.
Lyenna posa su mano en la zona
golpeada. La vista del ojo izquierdo ha empezado a nublarse unos segundos. Cuando
levanta la cara para mirar hacia donde está Shyron, recibe otra patada en la
parte derecha de su cara. Un gemido de dolor se le escapa, acompañado de sangre
en el labio. Cree escuchar la voz del chico diciéndole algo, pero el oído le
pita demasiado como para entender nada en claro. Agita la cabeza un par de
veces, con el deseo de que todo lo que se está acumulando en ella desaparezca.
La arenilla cruje bajo las botas
de Shyron, quien camina hacia ella de manera tranquila. Suspira con fuerza. La
verdad que la chica le ha decepcionado mucho. ¿Qué demonios ha pasado con la
Lyenna que le dio la paliza en el bosque? Vale que se dejó ganar, pero toda la
confianza y la diversión que la chica tuvo ese día, hoy han desaparecido. Como
si nunca hubieran existido. O como si fuera una persona totalmente diferente. Quizás
debería haber bajado un poco su nivel, pero si lo hubiera hecho habría sido él
quien habría recibido otra paliza. Y no de parte de Lyenna, precisamente. Pero
la chica está peleando tan mal, que si Shyron realmente usara todo su poder
estaría ya medio muerta, y eso no sería divertido.
Ni
siquiera ha invocado su espada.
Decide terminar esto cuanto
antes. Levanta el pie para golpearle una última vez, y lo hace. Pero algo bajo
su pie cruje. Como si hubiera hecho una grieta en alguna superficie dura. Como
si hubiera roto un cristal. No. Cuando se agacha un poco para mirar mejor ve el
cuerpo de la chica recubierto de una fina capa de hielo. Hace fuerza con su pie
y escucha el crujido del hielo. Es un sonido tan agradable que Shyron continúa
haciendo presión. Hasta que la broma deja de tener gracia cuando ve que es su bota
la que está empezando a congelarse. Se aparta de la chica y golpea con fuerza
el suelo, deshaciéndose del hielo que ha empezado a cubrirle. Pero Shyron está
satisfecho, esto era justo lo que estaba deseando. Si, era imposible que Lyenna
se rindiera tan pronto.
La chica comienza a incorporarse
bajo la atenta mirada de los dos hombres que hay en aquel sitio. Uno, Shyron,
que la mira como un niño mira a un juguete, y el otro, que no le ha quitado la
vista en ningún momento, ni siquiera cuando parecía que el chico había
terminado con ella. Como si supiera que esa no era la Lyenna verdadera. Como si
la conociera mejor que ella misma. Lyenna pone su espalda todo lo recta que
puede, haciéndola crujir. Escupe al suelo una mezcla de saliva y sangre un par
de veces, y Shyron sigue sin hacer nada. Está dejando que se tome su tiempo. La
muchacha nota como le arde toda la cara por culpa de las patadas, por lo que se
posa sus dos manos heladas en las mejillas. Cuando baja las manos, Shyron puede
ver de nuevo esa fina capa de hielo, pero esta vez solo se concentra sobre las
heridas.
—Menos mal que te has levantado.
Le hablé muy bien de ti, y estaba quedando como un mentiroso.
—Culpa mía —vuelve a escupir
sangre. El corte del labio no deja de sangrar y odia el sabor a sangre—. No
volverá a ocurrir.
Esas palabras hacen muy feliz a
Shyron, todas las personas allí presentes lo saben de una u otra manera. Ninguno
de los dos se mueve, a la espera de que el otro sea el que dé el primer paso en
el ataque. Como si no hubiera prisa, Lyenna se masajea los hombros, las patadas
que ha recibido en la cara le han producido calambres. Nada agradable para
pelear.
—¿Esa espada de ahí fuera es
tuya?
La pregunta pilla desprevenido al
muchacho. Esperaba que le atacara, no que le hiciera una pregunta como esa.
—No tendría sentido dejarla
fuera.
—El hecho de que no la estés
usando no quiere decir que tus habilidades no hayan mejorado con la invocación.
Shyron se sorprende, y no lo
oculta, de hecho exagera el gesto de su rostro. Que él sepa, en la escuela no
se da un estudio demasiado intensivo sobre los que poseen su tipo de poder de
invocación. Se piensa que es un poder sin demasiadas complicaciones. Pero se
equivocan. Un error que comenten muchas persones es subestimar algunos poderes.
Todo poder puede ser muy poderoso si se le da un uso correcto, o más bien si se aprende a usarlo y aprovechar todo
su potencial. Y Shyron no es precisamente una persona débil. En el ejército
real, a todos los Epiklísi, se les enseña a pelear, en primer lugar, sin tener
que hacer la invocación. Solo deben hacerlo en casos realmente necesarios, para
no malgastar energía ni poder. Sin embargo, pocas personas hacen caso de esto,
y Shyron no es precisamente una de ellas. Le gusta presumir de su espada, le
gusta estar por encima de todos, aunque para ello tenga que pisar a la gente.
Nunca se ha preocupado por nadie que no fuera él mismo. No merece la pena.
—¿Por qué no la estás usando?
—No lo veo necesario.
—Sin embargo la tienes invocada
para que tu poder aumente.
—¿Crees que estoy haciendo
trampa?
—Creo que tienes la mala costumbre
de subestimar a la gente.
Shyron se encoge de hombros. No
tiene por qué darle explicaciones sobre su manera de pelear. Da un paso hacia
delante y sus pies caen sobre un charco. Es evidente que la chica lo ha
colocado ahí, y entonces se da cuenta que todo la zona de pelea está llena de
charcos. Sin embargo, no le da mayor importancia.
—A los dos nos están esperando,
así que mejor acabar esto cuanto antes.
—Sí, no vaya a ser que te
castiguen—dice la chica, tentándolo.
Su pie da otro paso, y como si
hubiera pisado una mina, de uno de los charcos empiezan a salir trozos pequeños
de hielo en su dirección. Varios de ellos rozan sus ropas y su rostro, dejándole
leves cortes. Cae al suelo sobre otro charco, y sus ropas empiezan a
congelarse, por lo que se las quita a toda prisa. Lyenna adora esa expresión en
el rostro del muchacho.
—¿No sabes hacer otra cosa que no
sean truquitos de magia?
—¿Acaso te molestan?
Lyenna está de brazos cruzados,
viendo como el chico intenta solucionar el problema de los charcos. Shyron no
entiende por qué no pelea cuerpo a cuerpo, como aquella vez en el bosque. A los
dos les encantan pelear, lo sabe. Y aunque aquel día se contuvo, lo disfrutó. Disfrutó
viendo como otra persona arremetía contra él con todas sus fuerzas. Hacía tiempo
que no lo pasaba tan bien en una pelea, y jamás hubiera pensado que una chica
pudiera conseguir eso. Pero, desgraciadamente, Lyenna no conoce todo su
potencial. Sería interesante tenerla en el ejército, aunque sabe de sobra que
la chica no tiene intención alguna de entrar. Siempre lo ha sabido. En sus
gestos, en sus palabras, en sus miradas. No es una persona que busque gloria
dentro del ejército, ni siquiera es una persona que busque luchar por el reino
en el que vive. Pero eso no quita que a la chica le encante pelear. Sin embargo
hoy no lo está disfrutando, no está dando todo lo que tiene, ni siquiera la
mitad de su capacidad. Eso llena de rabia a Shyron. Odia aburrirse en los
combates.
—El día del bosque te divertiste,
¿verdad? —Lyenna no tiene muy claro qué tipo de estrategia va a usar ahora. De
manera inconsciente, y gracias a los entrenamientos con Shander, su cuerpo se
pone a la defensiva—. Me estaba preguntando por qué no estás luchando igual.
—Algo me dice que ya lo sabes.
Shyron sonrie, Lyenna frunce el
ceño.
—¿Crees que haciendo esto van a
dejarte en paz? —sin quererlo, Lyenna dirige su mirada al hombre de fuera y sus
miradas de cruzan—. Por el simple hecho de haberte levantando antes ya les has
dado una pequeña esperanza. Por el simple hecho de estar controlándote, les
gustas más.
—No tengo intención de meterme al
ejército.
—A ellos eso se la suda. Les da
igual lo que quieras o pienses. Son el gobierno. Si te quieren dentro del ejército,
te tendrán. Y si creen que mereces ser exiliada, te exiliarán.
El padre de Shander corre hacia
su mente de inmediato. Nadie sabe qué ocurre cuando exilian a una persona. Ni
siquiera se sabe si esa persona sigue con vida. Y si así es, dónde está, o en
qué condiciones está viviendo. Un escalofrío recorre todo su cuerpo y su gesto
se ablanda.
—No quiero hacerme fuerte.
—Los dos sabemos que eso es
mentira, Lyenna.
Los dientes de la chica rechinan.
Odia ese tipo de actitud en Shyron, siempre creyendo que lo sabe todo, que conoce
a todo el mundo, pero nadie le conoce a él. Lo peor de todo, y lo que odia
tener que admitir, aunque sea para sí misma, es que lleva razón. En el momento
en el que se dio cuenta que le gustaba pelear, la idea de hacerse más fuerte
cada día era algo muy tentador. Poder pelear tanto con su cuerpo como con su
poder. No dejar que nadie la doblegara.
—Quiero suspender la prueba.
Shyron se queda petrificado. No,
debe haber escuchado mal. Lyenna jamás haría algo así. Alguien como ella no se
dejaría caer tan bajo.
—¿Qué?
—Me retiro, anulad la pelea.
—No pienso dejar que hagas eso.
Lyenna se mueve unos pasos hacia
la derecha para poder mirar de frente al hombre de fuera. Repite sus palabras
vocalizando con cuidado cada sílaba. Shyron se gira alterado hacia el hombre,
que está totalmente relajado. Ni siquiera parece enfadado. Aunque eso hace que
Shyron empiece a sudar. El hombre se levanta de su silla y la barrera eléctrica
desaparece. En ese momento la espada se convierte en una especie de humo y desaparece
alrededor del hombre. Al final la espada no era de Shyron. Y pensar que casi le
da una paliza sin haber tenido que invocar su espada.
—Espero que no se haya
precipitado en su elección.
—No, señor.
A pesar de tener una voz casi
agradable y estar totalmente calmado,
hay algo en ese hombre que pone los pelos de punta a Lyenna. Además de ser un
hombre alto es bastante corpulento, aunque no es eso lo que asusta a la chica. Le
entra la curiosidad para saber qué tipo de hombre es, y es evidente que es muy
fuerte, aunque no lleva ninguna marca que indique su rango en el ejército. Ni siquiera
lleva uniforme.
—Gracias por haber aceptado la
invitación.
El hombre da media vuelta, y con
las manos cruzadas en su espalda, desaparece por una puerta de hierro que hay
tras la silla en la que había estado colocado. Shyron sigue de pie en la arena,
y sus ojos no desprenden otra cosa que no sea rabia. Rabia hacia ella. Quería pelear,
quería devolverle la del bosque, pero también la quería volver a ver pelear. Quería
disfrutar de este día y ha perdido la oportunidad. El muchacho empieza a
caminar hacia su posición, pero Lyenna permanece quieta.
—No creas que te has librado.
El susurro se mete por sus oídos y
poner en alerta todos sus sentidos, pero Shyron se marcha por el mismo sitio
que el hombre anterior. En el mismo instante en el que se queda sola, pierde el
control de sus piernas y estas empiezan a temblar. Con los dos hombres fuera de
escena es como si el ambiente se hubiera vuelto más ligero, aunque obviamente
es por culpa de sus nervios. Se pasa la mano por la frente, aunque se da cuenta
que no está sudando. Recuerda el hielo que había colocado en su rostro y lo
quita, pero al tocarse las heridas le siguen doliendo. Vuelve a escupir, apenas
le sale sangre del labio. No quiere pensar cómo se va a poner su padre cuando
le vea la cara, aunque ha salido mejor parada de lo que esperaba.
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