4.1.14

No me digas que es verdad (I)

Cuando Lyenna le dijo que iba a devolverle un favor (según parece le debe más de uno) jamás pensó que fuera a ser en medio de una taberna mugrienta, con borrachos tirados por el suelo y un camarero tuerto, calvo, con toda a cabeza tatuada con extrañas formas y con las manos sin la mitad de los dedos. ¿Qué clase de compañías solían frecuentar Lyenna en esos momentos? Hacia semanas que apenas habían estado en contacto a pesar de estar en la misma casa. La chica había estado muy misteriosa. En ocasiones ni siquiera aparecía. Otras lo mandaba directamente a la mierda. En el fondo lo había echado de menos.

—Como le hables de esto a alguien…
—Que sí. Me ha quedado claro.

Hasta que no habían llegado a la taberna mugrosa Lyenna no había parado de repetir esa frase. Bueno, en la taberna también se lo ha dicho.

—Shander, lo digo en serio. Solo por estar aquí nos podrían matar.
—Que me parta un rayo si digo algo.
—Ya se encargarían de eso…

Pero Shander es incapaz de escuchar el final de la frase. No sabe qué está pasando ni por qué Lyenna está tan misteriosa. No sabe que se trae entre manos y que tiene que ver con él, pero debe ser muy peligroso para que la muchacha esté tan escamada. Shander se ríe en sus adentros con esa frase.  Entonces la muchacha se levanta de su asiento, sin haberse quitado la enorme y oscura capa. Apenas unas horas antes de marcharse le había dado una a él igual. Decía que su pelo llamaba demasiado la atención. Se gira en su asiento, siguiendo de manera discreta con la mirada a la muchacha. Se acerca a la barra y parece hablar algo con el hombre tuerto, pero Shander ni siquiera ve que los labios de éste se muevan. Lyenna mete su mano en uno de los bolsillos rápidamente y la vuelve a poner sobre la barra, agarrando algo. Shander no tiene ni idea de qué va todo esto. ¿Acaso están haciendo algo ilegal? Sonríe. Eso es absurdo. Lyenna vuelve y se sienta donde antes.

—¿Acabas de chantajear al camarero?
—Si.

Shander se queda sorprendido por la respuesta tan rápida y directa. Está claro que Lyenna sabe lo que hace. El hombre les trae en ese momento dos vasos (no demasiado brillantes) llenos de cerveza espumosa. Lyenna se pasa las manos por la cara, y las mueve luego hacia su cabello, acomodándolo sobre la capucha. No sabe si es por la luz, porque hacía semanas que no estaba un rato con ella o porque simplemente está aburrido, pero en ese instante se da cuenta de lo cambiada que está la chica. A pesar de que su rostro le sigue pareciendo el mismo desde el día que entró en la casa de ella, es evidente la madurez en sus facciones. Ahora es toda una mujer. Lo es desde hace años. No entiende como puede estar sola. A lo mejor está con alguien y no le ha dicho nada, no tiene por qué hacerlo. No, si estuviera con alguien lo sabría. Miente fatal. La chica no se da cuenta de que la está mirando. Parece cansada, unas pequeñas ojeras quieren asomar bajo sus ojos. Se humedece los labios moviéndolos hacia dentro y se coloca todo el cabello sobre el hombro derecho. La chica sigue sin darse cuenta de que la está mirando sin apenas parpadear. Nunca se da cuenta, sobre todo cuando piensa en sus cosas. Se podría colocar justo delante de ella, a tan solo unos centímetros, y seguiría sin darse cuenta. Debe de pensar en muchas cosas. Shander siempre piensa en lo guapa que está cuando se preocupa por algo. Si le dijera eso, o uno, se reía de él, o dos, le insultaba. A Lyenna siempre le ha gustado demasiado insultarle. Los primeros años era con odio, con rencor. Eran insultos de verdad. Más tarde le insultaba por el mero hecho de hacerlo, casi por no perder la costumbre. Ahora, cuando lo hace, Shander podría afirmar que puede escuchar algo de cariño en sus palabras. Muchas veces preocupación, sobre todo cuando hace estupideces.

—Shander, ¿me has escuchado?

El muchacho levanta la mirada. Ni siquiera se ha dado cuenta de que le estuviera hablando. Lyenna pone los ojos en blanco, odia cuando hace eso. Es como si hablara con una pared. Le quiere pedir que repita lo que sea, pero en ese momento Lyenna se levanta de su asiento y vuelve a la barra. Shander se vuelve a girar y ve a la chica hablando con alguien que antes no estaba en la taberna. El hombre tuerto saca a todo el mundo de la taberna, excepto a ellos tres. El muchacho frunce el ceño y se levanta de la silla, pero Lyenna se acerca a él y le vuelve a hacer que se coloque en su sitio.

—Shander —la chica se sienta en una silla para estar a la altura del chico y poder mirarle a los ojos—. Quiero que veas a alguien. Si en cualquier momento quieres irte, nos vamos. Y si quieres pegarme también lo entenderé.
—¿Qué? —Shander sonríe extrañeza.

Lyenna hace un gesto con la mano al otro hombre y se sienta con ellos. Delante del chico se coloca un hombre con tanto pelo en la cara que por un momento duda de que pueda tener ojos. La boca apenas se puede apreciar debido al color negro y la suciedad de los labios. El vagabundo cruza las manos sobre la mesa. Es imposible saber cuál es el color original pues están sucias, las uñas están tan mordidas que los dedos parecen tener heridas, justo donde tendría que haber uña. Parecen ásperas, con la piel agrietada y reseca. Los nudillos están como desgastados, y como si los hubieran quemado, o como si hubieran estado chocando contra algo. O contra alguien. Shander no está demasiado cómodo junto a ese hombre, quien no parece que le quite la vista de encima.

—¿Sabes quién es?

Shander le mira con los ojos abiertos.

—Sí. Esta cara es de conocer a este hombre.

Lyenna no pone los ojos en blanco. Ni se enfada con él. Ni le echa la bronca. Ni le dice que se ponga serio. Tan solo le mira, como intentando decirle algo. Shander mira al desconocido de nuevo, y nota como Lyenna agarra una de sus manos de repente. El hombre se pone recto, y entonces el pelirrojo puede diferenciar sus ojos, como si antes hubieran estado todo el tiempo cerrados. Ninguno de los hombres habla, tan solo se observan. Shander puede notar en los ojos del otro algo. Tristeza, dolor. Pero algo en ellos le resulta familiar. De manera mental le intenta quitar la barba. Frunce el entrecejo. Mira un segundo a Lyenna, quien parece que no le ha quitado la mirada de encima. Le aprieta la mano.


—Una vez te prometí que te ayudaría a encontrarlo. 

1 comentario:

  1. Ay, esto es intenso :S

    Igual es sólo cosa mía porque conozco el transfondo del todo, pero me pone un poco triste xD

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