Su mirada estaba clavada en los ojos de la chica que tenía frente a ella. Apenas parpadeaba, no quería perder detalle de sus lágrimas. Se volvió a restregar los ojos y el rímel se corría por sus ojos, dejándolos sucios y mojados. La chica de en frente hacía lo mismo. No podía parar de sorber con la nariz. Lo que más odiaba de llorar era eso. Pasó las yemas de sus dedos gordos por debajo de ambos ojos para quitarse el color y se limpió los dedos en uno de los cientos de papeles que había esparcido por su tocador. (sobre alguien con cáncer)
Ya se había cansado de esconderse, de no mostrar
quién era en realidad. Así solo se engañaba a ella misma. Volvió a mirarse en
el espejo mientras se acariciaba unos mechones de pelos. Estaba tan suave y
brillante, podría pasarse el resto del día acariciando ese cabello. Dejó sus
manos caer y miró a su izquierda. Allí estaba esa peluca tan preciosa, del mismo
color que su cabello, pero ésta tenía unos bonitos rizos. Entonces miró el
resto de su tocador y todos los potingues que había sobre él. Apretó sus puños
llenos de irá y empezó a pasar ambos brazos sobre el tocador, tirando todo lo
que había sobre él. Los cristales de las colonias se destrozaban al chocar
contra el suelo, las cremas se esparcían por todo el suelo, los pintalabios se
partían y los coloretes se rajaban. Solo quedó la peluca intacta. La miró,
llena de odio, pero entonces se miró. No odiaba a la peluca, se odiaba así
misma. Había sido tan ridículo mentir, tan absurdo. Sentía vergüenza de sí
misma. La podrían haber ayudado y ella solo los había rechazado. Así, relajó
sus puños y empezó a dirigir sus manos temblorosas hacia su cabello. Pasó los
dedos por debajo del flequillo y tocó su cabeza, su verdadera cabeza. Por fin
tuvo el valor de verse como realmente
era. Tiró la hermosa peluca al suelo y se miró en el espejo. Siempre pensó que
la que gente que se rapaba en las quimioterapias eran unas exageradas. Era lo
mejor, si no quería ver como te ibas quedando calva poco a poco. Tiró la peluca
de rizos perfectos al suelo y caminó por encima de ella. Cogió un paquete de
toallitas que había tirado y se sentó en la silla del tocador para
desmaquillarse. Ya estaba bien. Cuando se hubo quitado los últimos rastros de
pintalabios rojo cogió un pañuelo de un cajón y lo abrió. Se rodeó la cabeza
con él y supo que a partir de ese momento había nacido su “yo” real. Sonrió,
orgullosa de sí misma. Entonces, la puerta de su cuarto empezó a abrirse
lentamente. Vio el reflejo de las personas en su espejo. Se levantó despacio y
acercó hacia su hermana y su novio. – Gracias – dijo entre lágrimas antes de
abrazarlos como la nueva Elena.
Buuf!Con este relato me has tocado la fibra sensible... Y con esta canción tan especial para mi. Has acertado!
ResponderEliminarMuy bien Andi, continua así :)
Me encanta como pega la canción con este relato. Y buah, me ha encantado, unos de mis preferidos fdgvfvfvfvfvbfd <3
ResponderEliminarMe muero por ver tus siguientes relatos, ¡ya queda poco! :33
Besos gigaaaaaaantes, MAAAAAAARÍA <3