24.6.12

Canción tercera






Le encantaba ver como los copos de nieve caían del cielo y se quedaban pegados en su ventana, congelándola lentamente. Era capaz de quedarse en su cuarto, quieta, mirando el paisaje durante horas. Días si se descuidaba. Luego, dibujaba en la ventana formas con sus delgados dedos. A veces eran árboles, otras flores, otras incluso personas de espaldas. No le gustaba dibujar corazones, eran muy sosos.

Annise se ponía triste cuando los árboles se quedaban desnudos y la nieve empezaba a gotear de ellos. Pero entonces, unas pequeñas flores rosas empezaban a aparecer y la primavera le hacía sentirse de nuevo feliz. Porque la primavera era puro color. Los aromas de las flores que dibujaba en su ventana se hacían reales y los niños salían con sus bicicletas a correr con sus  amigos. A ella le gustaba ir a coger las fresas que su abuelo plantaba, porque siempre le dejaba comerse unas cuantas, sin que su madre lo supiera claro. “Luego no come” diría su madre si supiera que probaba las fresas siempre que podía.

Entonces, el colegio terminaba y Annise podía ir todos los días a la casa de sus abuelos a pasar el verano, jugando con los gatos “viajeros”, como los llamaba ella, y con las gallinas, a las que les gustaba dar de comer. Criaba con cariño los bebés de los conejos que éstos tenían a principios de cada verano. Todas las mañanas, muy temprano, salía con su abuela en bicicleta, dando una vuelta por su pueblo, saludando a la panadera, a la mujer de la mercería, al carnicero, al carpintero y a todas las personas que como ella, se levantaban casi antes de que saliera el sol. Le gustaba la comida de su abuela, no era como la de su madre. La comida de pueblo no la podía imitar ni el mejor chef del mundo, Annise estaba segura de ello.

Le daba pena dejar el pueblo, era el mejor sitio para estar durante el verano. Ella creía que la gente sin pueblo era desafortunada. Así se sentía cuando llegaba el otoño, pues las clases empezaban y debía dejar a sus abuelos de nuevo. Pero luego le encantaba ver como sus pies se escondían bajo todas las hojas caídas de los árboles. Corría, arrastrando los pies y haciendo que las hojas volaran a su alrededor. Lo que más le gustaba era recoger esas hojas marrones enormes recién caídas del suelo, las que no estaba rotas ni sucias como otras. Las usaba de marca páginas y cuando ya estaban muy muy estropeadas las trituraba en sus manos y las tiraba por la ventana para ver como el aire se llevaba los trozos.

Annise es una niña que adora todas y cada una de las estaciones porque cada una le deja un regalo diferente. El invierno la blanca y fría nieve, la primavera las flores “recién nacidas” y las fresas de su abuelo, el verano el poder estar en su pueblo y el otoño la lluvia de hojas que hay al principio para luego dejar el suelo escondido bajo las hojas. Annise siempre ha sido de gustos fijos, tuviera la edad que tuviera. 

5 comentarios:

  1. Pues... ¿Qué decir?

    Lo primero es que ajsdflakjsdhfakjlsdhbfkjalds
    después que ñajlsdhfklasdhfkjasdhf
    y por último que jaksbdflkajsdhbfasd

    queda genial el texto con la canción, es brutal :D

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  2. Genial :) Me ha gustado mucho, qué maja Annise ._.
    Como ha dicho Lord Black, la canción pega muchísimo con el texto :3

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  3. ¿Sabes? Me recuerda muchísimo a mí cuando era pequeña, en mi pueblo :) No en todo, pero sí en parte xDD El relato es super bonito, y como ya han dicho por aquí, la canción es ideal :) Nunca la había escuchado, por cierto.
    Geeeeeeeenial :3

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  4. Ohhhhh que ricura de niña :33
    Me ha frgggheddfrewrefhg el relato, y sí, la canción pega un montón con este relato, me iba imaginando a Annise en cada estación con esta canción de fondo :33

    Beeeesos giganteeeees, tu propiedad :juju:

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  5. Sabes me has hecho sonreir con la entrada, precioso texto que se complemente perfectamente con la canción! besos!
    Me pasaré más amenudo por aquí!

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