Le encantaba ver como los copos de nieve
caían del cielo y se quedaban pegados en su ventana, congelándola lentamente. Era
capaz de quedarse en su cuarto, quieta, mirando el paisaje durante horas. Días si
se descuidaba. Luego, dibujaba en la ventana formas con sus delgados dedos. A veces
eran árboles, otras flores, otras incluso personas de espaldas. No le gustaba
dibujar corazones, eran muy sosos.
Annise se ponía triste cuando los árboles se
quedaban desnudos y la nieve empezaba a gotear de ellos. Pero entonces, unas
pequeñas flores rosas empezaban a aparecer y la primavera le hacía sentirse de
nuevo feliz. Porque la primavera era puro color. Los aromas de las flores que dibujaba
en su ventana se hacían reales y los niños salían con sus bicicletas a correr
con sus amigos. A ella le gustaba ir a
coger las fresas que su abuelo plantaba, porque siempre le dejaba comerse unas
cuantas, sin que su madre lo supiera claro. “Luego no come” diría su madre si
supiera que probaba las fresas siempre que podía.
Entonces, el colegio terminaba y Annise podía
ir todos los días a la casa de sus abuelos a pasar el verano, jugando con los
gatos “viajeros”, como los llamaba ella, y con las gallinas, a las que les
gustaba dar de comer. Criaba con cariño los bebés de los conejos que éstos
tenían a principios de cada verano. Todas las mañanas, muy temprano, salía con
su abuela en bicicleta, dando una vuelta por su pueblo, saludando a la
panadera, a la mujer de la mercería, al carnicero, al carpintero y a todas las
personas que como ella, se levantaban casi antes de que saliera el sol. Le gustaba
la comida de su abuela, no era como la de su madre. La comida de pueblo no la podía
imitar ni el mejor chef del mundo, Annise estaba segura de ello.
Le daba pena dejar el pueblo, era el mejor sitio
para estar durante el verano. Ella creía que la gente sin pueblo era
desafortunada. Así se sentía cuando llegaba el otoño, pues las clases empezaban
y debía dejar a sus abuelos de nuevo. Pero luego le encantaba ver como sus pies
se escondían bajo todas las hojas caídas de los árboles. Corría, arrastrando
los pies y haciendo que las hojas volaran a su alrededor. Lo que más le gustaba
era recoger esas hojas marrones enormes recién caídas del suelo, las que no
estaba rotas ni sucias como otras. Las usaba de marca páginas y cuando ya
estaban muy muy estropeadas las trituraba en sus manos y las tiraba por la
ventana para ver como el aire se llevaba los trozos.
Annise es una niña que adora todas y cada una
de las estaciones porque cada una le deja un regalo diferente. El invierno la
blanca y fría nieve, la primavera las flores “recién nacidas” y las fresas de
su abuelo, el verano el poder estar en su pueblo y el otoño la lluvia de hojas
que hay al principio para luego dejar el suelo escondido bajo las hojas. Annise
siempre ha sido de gustos fijos, tuviera la edad que tuviera.
Pues... ¿Qué decir?
ResponderEliminarLo primero es que ajsdflakjsdhfakjlsdhbfkjalds
después que ñajlsdhfklasdhfkjasdhf
y por último que jaksbdflkajsdhbfasd
queda genial el texto con la canción, es brutal :D
Genial :) Me ha gustado mucho, qué maja Annise ._.
ResponderEliminarComo ha dicho Lord Black, la canción pega muchísimo con el texto :3
¿Sabes? Me recuerda muchísimo a mí cuando era pequeña, en mi pueblo :) No en todo, pero sí en parte xDD El relato es super bonito, y como ya han dicho por aquí, la canción es ideal :) Nunca la había escuchado, por cierto.
ResponderEliminarGeeeeeeeenial :3
Ohhhhh que ricura de niña :33
ResponderEliminarMe ha frgggheddfrewrefhg el relato, y sí, la canción pega un montón con este relato, me iba imaginando a Annise en cada estación con esta canción de fondo :33
Beeeesos giganteeeees, tu propiedad :juju:
Sabes me has hecho sonreir con la entrada, precioso texto que se complemente perfectamente con la canción! besos!
ResponderEliminarMe pasaré más amenudo por aquí!