Ella

No muy típico entre la chicas, ella era testaruda, cabezota, orgullosa, gruñona, quejica y siempre que quería (ademas le encantaba), mando-na como la que mas. Le daba igual lo que pensaran de ella, lo que dijeran o dejaran de decir. Sabia que era la mejor, y no tenia intención alguna de esconderlo. Siempre mirando de reojo a los demás,con esa mirada que asustaba a cualquiera que fuera humano. Si eran listos, sabían que lo mejor era no acercarse a ella, solo dejarla " a su bola". Si no la molestas, ella no lo hará. Amigos no tendría, pero enemigos le sobraban a montones. No dejaba que la tocasen, ni que la mirasen mal, por supuesto no permitía que nadie fuera mejor que ella, y mas de uno había recibido algo por intentar ser superior a ella. Nadie le dirigía la palabra, nadie. Excepto esa pequeña muchacha, esa rubia chiquilla delgada que la seguía a todas partes. Parecía estar pegada a ella, como si solo tuviera vida para estar a su lado, aunque según contaban, muchas veces la había librado de muchos problemas con otros de sus edades. Su "ángel de la guarda" decían.

Aun así, no era una chica de demasiadas palabras, incluso con su "ángel de la guarda". Pero muchas veces las palabras no son necesarias. Hablaban de ella como si fuera un mito, incluso una diosa, por el mero hecho de que parecía tener "habilidades especiales", pero mas de lo normal. Decían que se podía tele-transportar, multiplicarse, desaparecer, convertirse en el propia aire. !Bá!, habladurías, solo eso.

Caminaba por los pasillos de la escuela formando mas pasillos a su paso, pasillos humanos, todos se apartaban a su paso, no querían problemas con ella, y eso le encantaba.Ver el poder que podía ejercer con unos poco rumores y algunas que otras acciones de su cosecha, era fantástico. " Tan cobarde y estúpida puede llegar a ser la mente" solía decirle a su "ángel de la guarda", ella solo asentía.

Por otro lado, provocaba corazones rotos y pasiones entre el género masculino, masculino y bobo. Una larga melena rubia colgaba de su cabeza, que se encontraba a una mayor altura de lo normal entre las muchacha de tal edad. Un flequillo, que le llegaba hasta los ojos, hacia que su mirada, además de asustar, hipnotizara más aun a los masculinos y bobos. Aun así, sus ojos eran de un color simplón, marrones. Pero eran grandes, y parecían observarte constantemente, deseando tu fin mas inimaginable. Una piel no demasiado blanca ocupaba todo su cuerpo, resaltando así, sus ojos marrones, con una pequeña nariz y unos labios no demasiado carnosos y tampoco muy rojos. No se solía maquillar, por no decir nunca. Para que, ella ya era preciosa como estaba, se decía.

Si, así es. Ante todo, creída.